Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso.
Hace poco ha llegado a España el último cómic autoconclusivo (más o menos) de Mark Millar, El rey de los espías, como Matteo Scalera al dibujo. Está bien recordar que Mark Millar al principio del siglo XXI iba a ser El Elegido. El guionista de cómics de superhéroes que abanderaría la nueva revolución. Cuando se imaginó de cero cómo serían Los Vengadores en el siglo XXI y cómo serían si Marvel hiciera películas, mucho antes de que en realidad lo empezara a hacer, creó Los Ultimates. Su etapa en Los Ultimates ha sido una influencia decisiva en el aluvión de las películas de superhéroes posteriores, pudiendo incluso decir, entre otras cosas, que el Tony Stark de Robert Downey Jr. aparece muchos años antes en esa serie. Pero al final el que definió los cómics de superhéroes los primeros 10-15 años del siglo fue Brian Michael Bendis, el paladín de la narrativa descomprimida.
Mark Millar ha tenido éxito en Marvel, con los Ultimates, con su divertidísima y conspiranoica miniserie de Spiderman o desarrollando la Civil War que tanta pasta dió a Marvel. También con DC, al hacer Hijo Rojo, quizás una de las mejores historias alternativas de Superman. Pero cansado de hacer forrarse a otros y consciente de lo prioritario de coleccionar dólares/euros montó su propio chiringo y se decidió a hacer historias autoconclusivas en 4-6 números (con alguna excepción haciendo alguna un poco más larga, pero para nada liarse a estar años en una colección).
Mark Millar siempre ha tenido vocación cinematográfica, siempre ha pagado bien a dibujantes legendarios como Dave Gibbons o John Romita Jr. Algunas de estas historias han tenido éxito en el cine, como Kick-Ass y sobre todo Kingsman. Y está claro, a estas alturas de la vida, que Mark Millar decidió hacer cómics autoconclusivos que le dieran mucho dinero, lo que llevaba a pensarlos como pseudoadaptaciones para series o películas. Usa y abusa del lenguaje cinematográfico sin ningún disimulo. Prácticamente ningún cómic es malo, de hecho son buenos cómics y muy divertidos, pero siempre deja el sabor de haberle faltado algo para ser algo más. Se ha asociado a Netflix para no perder el tiempo darles material para series. Es decir, lleva una década o más teniéndolo clarísimo.
En este caso, con El rey de los espías, la premisa es típica de Mark Millar: una situación o personaje que conocemos al que le da la vuelta de manera original. En este caso es James Bond, arquetipo que está siendo muy usado últimamente para dar versiones alternativas, como ya hizo de manera hilarante Garth Ennis, presentándonos a un James Bond mujeriego, sí, pero sinceramente progresista metido en una conspiración que invierte el género de todos los ciudadanos (sí, sí, sí). Mark Millar nos cuenta la vejez de un James Bond alternativo, de cómo ve la decadencia de un Reino Unido devorado por multimillonarios horteras y macarras rusos, por un sistema económico y podrido que sólo busca perpetuar el estilo del vida de los privilegiados…y cómo el hecho de tener una enfermedad que le deja unos meses de vida le abre los ojos.
El mundo está repleto de preisdentes de gobierno corruptos y criminales, de suministradores de niños esclavos, de encubridores de pederastas entre líderes religiosos, de jefes de cadenas de televisión que encubren la mierda de poderosos, de productores de cine multimillonarios que han abusado sistemáticamente de actrices, de jeques petrolíferos que acumulan más actos malvados de los que pueden caber en un libro…Roland King, el mejor agente secreto británico que ha habido, les ejecutará a todos. A todos los que creían que estaban impunes a pesar de sus escandalosos crímenes. Sabe todos sus secretos, sabe cómo se mueven, cómo les protegen. Y en El rey de los espías desatará el infierno en todo el mundo para que uno a uno vayan cayendo todos.
Esta introducción a El rey de los espías podría dar a entender que es una historia de rendención de alguien que ha hecho cosas espantosísimas a favor del status quo, pero hay un poco más que eso. Es lo primero todo espectáculo de acciones imposibles, asesinatos por sorpresa, fugas atropelladas increíbles y fantasmadas del más puro estilo jamesbondiano clásico. Matteo Scalera consigue hacer con su dibujo la narración muy clara y dinámica, aspectos que Mark Millar siempre prioriza en la narración argumental. Era más importante reflejar bien el movimiento que otra cosa, y está realmente conseguido. No hay casi ningún esfuerzo detallista y se ha tirado más por el dibujo de tipo tosco para reflejar casi toda la historia. Es decir, va en consonancia con lo que se está contando (la decisión del protagonista es tosca y simple, al fin y al cabo, pero sin entrar por los ojos tampoco es que eche para atrás al leerlo.
Mark Millar se ensaña en El rey de los espías con un responsable de la ocultación sistemática de abusos a menores, con algún presidente de los Estados Unidos y con algún productor de cine abusador de mujeres. Es decir, en El rey de los espías Mark Millar se desahoga con la escoria del mundo, y no disimula en absoluto. Hay un ensañamiento y disfrute en ver sufrir a gente que creía estar por encima de todo. Y va más allá: el enemigo final, el último en su lista de la muerte es alguien inesperado. Y que tiene todo el sentido del mundo, acabando la historia con el protagonista no engañándose demasiado sobre cual ha sido su papel en el mundo. Es decir, no hace lo que hace en el cómic por haberse vuelto loco. Nunca ha tenido las cosas más claras.
La elección de su último objetivo es tremendamente simbólica y nada paternalista. Mark Millar trata al lector como un adulto y tras darle el gusto de ver a poderosos sufriendo te deja claro que, amigo, tus actos también definen qué está sucediendo en el mundo. Pero más allá de eso es un cómic divertido y notable…que otra vez deja un sabor amargo al notar en demasiadas ocasiones que ha querido ir mucho al grano y no perderse con nada que no sea estrictamente necesario. Y con algún adversario más digno de El Predicador de Garth Ennis que de algo propiamente suyo.
Sed felices.