Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Los cuarentones damos mucho la brasa. Bueno, para ser sinceros, todo el mundo da la brasa. Todo el mundo la da cuando se trata de su niñez, su adolescencia o su juventud. En nuestro caso, la brasa tiene que ver con las películas y música de los 80 o los videojuegos de los 90. Entre las mayores obsesiones está la del Final Fantasy VII. Las razones de que haya dios sabe cuántos escritos sesudos y discusiones en redes sociales en pleno 2020 sobre un juego de 1997 ya han sido ampliamente desarrolladas por este sacrosanto blog. Que uno de los remakes más esperados por tanta gente llegue después de tantísimos años ha hecho que haya más escritos sobre cómo debería ser o no debería ser de los que un humano puede leer sin perder la cordura.
El propio desarrollo del juego tuvo, como era de esperar, sus inevitables y aburridísimas batallitas de guerra cultural. Que si una de las protagonistas, Tifa, iba a tener tetas más pequeñas que en el original del 1997. Que si esto era una imposición de no sé qué. Que si luego las tetas aún y con todo son irreales y desproporcionadas para satisfacer al otro bando. Que si la física de las tetas las ha hecho gente que nunca ha visto unas en la realidad. Que la si la abuela fuma…
Tras haber tenido el fantástico remake de Resident Evil 2 y obviando remakes a día de hoy imposibles por ser de Konami (Silent Hill, Metal Gear Solid) la cercanía del lanzamiento del juego se iba llenando de todas estas bellas peleas sobre el sexo de los ángeles. Mientras tanto la información sobre el juego que sí era importante para saber si el juego se acercaba al menos a las cosas con las que cada uno se siente cómodo jugando (se pasaba de un sistema por turnos clásico del original a uno en tiempo real en el que podíamos parar el tiempo) no ocasionaba las mismas alegrías combativas.
Una vez ya hemos podido jugarlo, pasárnoslo, conseguir hasta la última invocación (sí, incluso Bahamut) y llegar casi al tope de nivel que nos deja el juego vamos a resumirlo para quien lleve ya muchas líneas buscando saber si está bien o no: sí, es buenísimo. Sí, es, como juego, mucho mejor que el original. Sí, es argumentalmente mejor. Le da de patadas en todo al original, más allá de la lógica mejora gráfica, técnica y de graficazos, etc. Tiene errores, como todo, pero es, a día de hoy, un gran juego, incluso sin haber tocado un Final Fantasy nunca.
En la versión larga podríamos empezar por lo menos importante pero por lo que más impactó en su día el original: lo visual. Como dijimos en el post hablando del juego original, esto fue la carta de presentación del mito de Final Fantasy VII. Las cinemáticas sobrenaturales para la época. La sensación de “protagonizo una película y es por las cinemáticas del videojuego”. En este caso, en el remake, el juego está a niveles de detallismo visual abrumador. Los movimientos son fluidos y el control preciso a lo que mandamos. No hay ralentizaciones o pausas incómodas. Incluso cosas como mover la cámara arriba y ver el cielo te transmite maravilla, extrañeza y nostalgia. La actualización de los diseños de 1997 a 2020 creo que difícilmente podría haberse hecho mejor: se respetan diseños originales pero en ningún momento el juego parece desfasado artísticamente. Al revés: es espectacular y preciosísimo. Y pulidísimo en cuanto a rendimiento. Han exprimido la Playstation 4 a niveles pocas veces alcanzados, quitando Red Dead Redemption 2 y poco más.
El juego como tal ha pasado, como se anunció, de los combates por turnos puros a un sistema híbrido de varios Final Fantasy. Es en tiempo real. Tenemos un botón para el ataque básico, otro para esquivar y otro que dependiente del personaje hace una cosa u otra. Luego podemos defendernos y parar el tiempo. ¿Para qué parar el tiempo? Además de ver donde está cada uno nos vale para seleccionar hechizos, habilidades o invocaciones. Es decir, combatimos normalmente, con una mecánica ridículamente fácil de aprender, y cuando se llena la barra de un personaje podemos o lanzar un hechizo que sepa o usar una habilidad o invocar. Cada enemigo es vulnerable a un elemento (frío, fuego, etc) y atacarle con ese elemento hace subir una barra del enemigo que es de vulnerabilidad. Si la llenamos el enemigo se queda atontado, sin hacer nada, y todo ataque le hace un daño enorme.
Estaremos jugando a buscar esa vulnerabilidad y empezar a hacer combos con habilidades, hechizos y demás de los personajes. El juego te lleva por cada nueva cosa a hacer en el juego de manera natural y aplicar cada nueva cosa (quitando los contra-ataques) está al alcance de cualquiera por manco que sea. Final Fantasy VII no es juego que premie los reflejos rápidos si no quieres depender de ellos (puedes hacerlo todo para que se hagan las cosas en tiempo real) sino que premia la planificación, el análisis y la preparación de megacombos. Es un sistema flexible que te permite dar palizas rápidamente a enemigos aleatorios (que vemos venir antes de pegarnos con ellos) o enfangarnos con los jefes finales.
Las batallas con los jefes son en escenarios y condiciones muy diferentes. Y en todas hay épica, dinamismo y cosas diferentes a hacer. Bestias enormes de las alcantarillas, peleas con directivos expertos en pelear en lo alto de torres corporativas, una casa encantada que se pega contigo en un coliseo, el inevitable robot gigante en unos pasillos de una central de energía y muchos más. Todos tienen ataques, velocidades, defensas y modos de enfrentarse a ellos diferentes. Los propios terrenos cambian mucho, dándote lugares donde esconderte unos, diferentes niveles de altura para jugar con ellos otros, sitios estrechos que nos fastidian…la variedad es enorme y se ha conseguido trasladar muchas de las ideas originales por turnos a la nueva fórmula. Tengo la sensación de que el número de veces que puedes morder el polvo es más alto, pero vamos, que no es Dark Souls con un jefe que te obsesiona durante días. Otro tema que suma en estas batallas son los temas musicales elegidos, que te tensan, te maravillan y hacen que estas peleas sean un goce jugable como pocos a día de hoy.
Claro, se han retomado las materias del juego original (bolas que se incrustan en armas o armaduras para darte acceso a hechizos o habilidades). Tenemos un sistema de aprendizaje de habilidades propio de cada arma. Puede que la variabilidad de armas o armaduras sea muy escasa comparada con, pongamos, un juego de rol occidental de referencia (Divinity Original Sin 2, The Witcher 3), pero la capacidad que tenemos de modificar cada arma o armadura para que cumpla el rol que queramos es intuitiva y muy flexible. Es un gustazo para los obsesos del maximizar daño-montar combos, aunque el juego es pasable sin romperse mucho la cabeza cambiando cosas. La progresión de dificultad es muy liviana y no hay picos ni altibajos destacables en ningún momento.
Tenemos misiones secundarias pero no son en ningún episodio demasiadas. Ni tampoco piden mucho tiempo para ser completadas. En realidad se hacen más por completismo que por dar cosas buenísimas a nivel jugable, la verdad, siendo en ocasiones un poco ridículo el nivel de la recompensa para lo que se ha hecho. Esto ya era un defecto del juego original que no ha terminado de arreglarse, la verdad. Tampoco los desafíos que hay de combates en los coliseos del juego dan precisamente unos premios increíbles.
El remake como tal llega hasta cuando los protagonistas dejan la ciudad inicial. Pero dura más o menos como el juego original. Es decir, que la historia como tal se ha alargado. Ahora conocemos mejor a Tifa y a Aerith, llegamos más al fondo de los cambios que hay en Barret o conocemos más allá de ser un pegote al resto de personajes del juego. Podemos decir que se ha limitado la cosa a estirar el chicle de modo artificial y se ha hecho un esfuerzo por profundizar de verdad en los personajes, respetando lo que eran en su momento. Sí, Cloud, el protagonista, sigue teniendo problemas para expresar emociones y sigue siendo un emo, qué le vamos a hacer. Sí, Tifa y Aerith siguen siendo las waifus primigenias del mundo de los videojuegos (más por cómo son que por sus diseños visuales), con las excepciones de Chun-Li y Lara Croft. Barret es el mismo tipo del clásico “te empiezo odiando y luego te quiero, tío”. El ritmo del juego no se ha resentido y alterna fases de muchísima acción con fases más contemplativas de conocerse mejor, pero nunca da la sensación de saturar narrativamente. Están muy bien balanceados los dos aspectos del videojuego. Por una vez hacer una narración descomprimida no ha salido mal del todo.
Y aquí llegamos a la madre del cordero, la polémica del final de este remake. Que, vamos a decirlo, no acaba aquí: está claro que habrá al menos otra parte para completar la historia. Pero el final sí ha sido para unos una genialidad y para otros una estafa. Digamos que el juego no te pide saber nada del universo de Final Fantasy VII antes de empezar, empieza muy suave metiéndote en el mundo muy poco a poco y sin experimentos raros narrativos. Lo que empieza siendo un grupo ecoterrorista que se enfrenta a una multinacional que envenena el planeta pasa a ser una lucha mucho mayor poco a poco, hasta caer en el típico momento “qué es esto” de tantos videojuegos japoneses.
Por más que lentamente te metan en el mundo, en los personajes y demás hay un momento en el que aparecen cosas o personajes trascendentales que nadie sabe cómo ni porqué están allí, ni qué relación tienen con nada. No pasa nada, somos adultos, pero tantas veces la narrativa japonesa de los videojuegos da saltos al vacío dejando demasiado en el aire o creándote la sensación de indefensión. No es que no haya explicación, que la hay, pero debe ser encontrada rebuscando en conversaciones secundarias, relatos que te han contado como si no fuera la cosa, fragmentos de cosas que parecían bobadas y cosas así. Esto a veces sale bien (Dark Souls), pero otras es un cacao maravillao que no hay manera de salirse de él (The Evil Within).
En realidad el juego está narrado muy lineal y claramente el 80% del tiempo, con flashbacks de cosas desconocidas cada cierto tiempo, sin que te pierdas, pero para alguien que no sepa nada del juego original puede resultarle caótico ese 20% restante. Y más cuando ese 20% restante tiene que ver con el final del juego. Final que no puede entenderse, me temo, sin haber jugado el juego original hasta el final. Por mucho que el videojuego esté pensado para sacarse por capítulos podemos decir que un poco estafa intelectualmente sí es: el producto debería entenderse únicamente con lo que ofrece el propio producto. Más allá de eso, la polémica viene, sin hacer mucho destripe, de que la recta final de este juego, inédita en el original, implica cambios profundos no solo en la historia sino en qué puede venir a continuación.
En resumen, la historia oficial de Final Fantasy VII es un molde que el villano de la historia quiere cambiar. El villano de la historia sabe cómo acabará Final Fantasy VII, y no quiere que acabe así, como todos conocemos. Para ello actúa para que sean los propios protagonistas los que rompan el molde a través del cual pasarán las cosas en el juego clásico para que la historia que todos conocemos pueda cambiar radicalmente. Es decir, destruir las estructuras que limitan por donde irá la historia para que exista la posibilidad de que la historia pueda cambiar. Es toda una blasfemia para los fieles de la historia oficial, que se encuentran que la finalización del remake puede ser totalmente distinto al original. Pero más allá: los que han hecho el juego lo han bordado en el sistema de combate, en la parte gráfica, en la visual, en el desarrollo de personajes, en los combates para jefes…para decir a su base de fans lo que dijo el barbudo aquel:
“Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.”
Es filosófica y comercialmente arriesgadísimo. Más todavía con el aficionado medio de la saga, que ha visto la historia enriquecida en más videojuegos relacionados con la saga. De alguno incluso es recomendable verse algún vídeo resumen para captar todos los detalles del de otro modo inexplicable final del juego, en otra de cosas que son tirando a chapuceras por intentar depender de terceros para contar cosas. La parte menos mala es que por muchos resúmenes que veas del juego original o de lo que pasó antes no te estropea realmente nada del decisivo tercio final. Desde aquí estaremos atentos a la siguiente parte, que no sabemos bien cuando saldrá o si serán más partes o qué.
Sed felices.