Alejandro Jodorowsky es una figura curiosa, un genio para algunos y un trilero sin escrúpulos para otros. Lo cierto es que se trata de un cineasta interesante y de un gran guionista de cómics que nos ha regalado obras excelentes como La casta de los Metabarones. Pero, a pesar de su ambición desmedida, hubo un proyecto que nunca pudo llevar a buen puerto: su adaptación de Dune, una de esas películas que los aficionados al cine nunca podremos llegar a ver pero que seguimos preguntándonos cómo habría sido.
Durante mucho tiempo, la novela de Frank Herbert fue considerada una adaptación imposible: el gurú de la psicomagia no pudo realizarla y David Lynch estrenó una versión recortada en exceso por los productores e ininteligible para quienes no conocieran la fuente original. Sin embargo, Dune estuvo a punto de ser mucho más. La gente involucrada en el proyecto creyó que iban a cambiar el cine para siempre… y, a pesar de que el producto final no llegó a ver la luz, quizás tenían algo de razón.
Pero empecemos por el principio.
Un mesías para el siglo XX
Jodorowsky venía de rodar La montaña sagrada, un meritorio filme surrealista de gran impacto visual financiado gracias a un John Lennon que, fascinado por su anterior trabajo, se había encargado de facilitarle algunos contactos. Nos encontrábamos en la era de la contracultura y la psicodelia, por lo que esta cinta resultó de un gran interés para la crítica de la época, que convirtió el arriesgado proyecto en una novedad de culto. Así, el productor Michel Seydoux prometió al chileno que financiaría cualquier idea que tuviera. El pobre hombre no sabía dónde se estaba metiendo cuando el cineasta decidió que adaptaría una de las novelas más importantes de la ciencia ficción: Dune.
Quizás fue la naturaleza mesiánica de la obra, tantas veces emulada en posteriores trabajos de Jodorowsky (y en la propia La montaña sagrada), lo que le llevó a tomar esta decisión. En cualquier caso, en entrevistas posteriores ha declarado que su intención era crear una película que iluminara a las próximas generaciones y alterara su perspectiva de la vida, provocando los efectos de un viaje de LSD sin necesidad de consumir esta sustancia. Es poco probable que hubiera logrado este propósito megalómano pero si había alguien capaz de conseguirlo, era él. Y los genios de los que se rodeó.
El Dune de Jodorowsky, de Orson Welles, de Dalí…
El director quería que su Dune fuera más grande que la vida misma. Para ello, no bastaba con adaptar la novela, sino que quiso contar con algunas de las personalidades más destacadas en el entorno cultural de aquella época. La más importante, por las colaboraciones que acabaría teniendo con Jodorowsky, es sin duda el dibujante de cómics Moebius (al que el realizador conocía por su trabajo en Blueberry), que realizó el arte conceptual que hemos mostrado arriba y diseñó un storyboard detallado con los distintos personajes. Pero no fue el único colaborador ilustre con el que contó el chileno.
Los villanos iban a ser interpretados por personalidades enormes del cine y del arte en general: Orson Welles se metería en la piel del terrible barón Harkonnen, Mick Jagger (!) encarnaría a su diabólico sobrino Feyd-Rautha y el mismísimo Salvador Dalí (!!!) se vestiría con los ropajes del emperador Shaddam IV. Aquí es donde comenzamos a ver cómo Jodorowsky, poco acostumbrado a un proyecto de estas dimensiones, hace unas concesiones que pondrían en peligro al producto. Por ejemplo, convenció al director de Ciudadano Kane para que participara en su película contratando al chef de un restaurante al que solía acudir para que pudiera comer sus platos durante el rodaje. Menos simpático es el caso del surrealista español, cuyo enorme ego le llevó a solicitar convertirse en el actor mejor pagado de Hollywood, provocando un gasto prohibitivo, por lo que en esencia sería un cameo.
El director encontró una solución ingeniosa: la mayoría de escenas del emperador estarían protagonizadas por un doble robótico interpretado por otro actor. Esto, que va en contra de la misma premisa de Dune, permitió que se pudieran aceptar las condiciones del pintor.
Además, Dalí hizo un favor incalculable a los amantes del cine al recomendar a Jodorowsky que contratara al artista suizo H. R. Giger, que acabaría diseñando el planeta de los Harkonnen y los gusanos de arena. Frank Herbert, autor del libro en que se basaría esta adaptación, mantuvo una relación cordial con los implicados en ella, seguramente reconociendo la valía del talento reunido.
Los restos del naufragio
Pero todo sueño llega a su fin, y el Dune de Jodorowsky era una iniciativa faraónica: su creador quería que durara catorce horas y el intérprete que daría vida al protagonista Paul Atreides no sería ningún actor reconocido, sino su propio hijo.
Aunque los productores dieron su visto bueno al comienzo, la negativa de las salas de cine norteamericanas a emitir la cinta hizo que acabaran cambiando de opinión antes de que comenzara el rodaje. Algo lamentable pero comprensible, y que algunos de los fans más acérrimos de Dune agradecen por las libertades que el director se habría tomado con el material original.
Y, sin embargo, este proyecto imposible de realizar no murió, sino que se reencarnó en distintas formas. Jodorowsky y Moebius acabarían colaborando en obras como El Incal, que daría lugar a un universo fuertemente inspirado por la obra magna de Frank Herbert. Aunque ya había tenido una breve incursión en el mundo del cómic con sus primerizas Fábulas pánicas, este heterodoxo creador no abandonaría ya el Noveno Arte.
El propio Moebius colaboró con Giger en la producción de Alien, cuyo imponente xenomorfo jamás habría podido aterrorizar a Ripley sin este proyecto fallido. Hay rumores sobre la inspiración que pudo tomar George Lucas de esta película irrealizable pero, teniendo en cuenta que Lucas tomó inspiración de casi toda la cultura popular de la época para crear su obra maestra, no se lo tendremos en cuenta. Lo que queremos decir con esto es que, a pesar de su triste final, esta arriesgada empresa tuvo una repercusión enorme en el género de la ciencia ficción.
Conclusión
Dune ha tenido por fin una adaptación que si bien no es la obra maestra de la que hablaban algunos críticos, hace justicia al libro. Jodorowsky habló sobre ella tras la emisión de su primer tráiler, alabando el buen hacer de Villeneuve pero lamentando que tuviera que seguir las convenciones del cine comercial.
Quizás, si su versión hubiera sentado las bases de la ciencia ficción cinematográfica moderna en lugar de La guerra de las galaxias, estaríamos hablando hoy de una industria del entretenimiento muy distinta y más madura. O, tal vez, la inaccesibilidad del proyecto habría condenado a este género a seguir siendo un nicho minoritario durante varias décadas más. Otra posibilidad es que hubiera pasado sin pena ni gloria, como una curiosidad sin mucho interés. Nunca lo sabremos.
Permitidnos, eso sí, soñar con esta versión colorida y ambiciosa del clásico de Frank Herbert, con esta muestra de egocentrismo pero también de amor por el celuloide. Ojalá pudiéramos, como Paul Atreides, echar un vistazo a los distintos futuros posibles, y comprobar cómo habría cambiado este filme el mundo del cine.
A ver, como proyecto pintaba bastante bien. Aparte de el reparto que pretendía, cosa que hubiera costado un dineral solo contratar. También en contra la duración de la película, si ya las 4 horas del Snyder Cut puedan parecer muy largo, las 14 horas hubieran sido mejor llevarlas a cabo como serie creo yo. Los diseños de Moebius y H. R. Giger increíbles eso si. De hecho en el mismo documental hablan de que sus diseños se han utilizado por ejemplo en Prometeus, el castillo de los Harkonnen es uno de ellos creo recordar. Y también para el comic El Incal como dices. De todas formas si se hubiera llevado a cabo hubiera sido una fumada tremenda, jejejeje.
Lo habría sido, sin duda. Parte de la culpa de que el proyecto no llegara a buen puerto la tiene el ego de Jodorowsky, su mayor defecto como creador, y el hecho de que se negara a dividirla en partes. Sus decisiones hicieron que la película se volviera una quimera imposible de realizar.
Una anécdota que comentaron los involucrados después del documental: la actriz que iba a interpretar a Jessica decidió abandonar después de ver en el guión que habría una escena en la que una gran cantidad de extras (interpretando a los hombres de los Harkonnen desafiando a los Atreides) defecaba al mismo tiempo. Rarezas como esta, acumuladas una detrás de otra, supusieron la muerte del proyecto.
Un saludo.