Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Ya se nos acaba esta década y podemos decir que los primeros 20 años de este siglo han sido estupendos en cuanto a cómics de superhéroes. Es muy posible que lo mejor del Castigador se haya escrito en este siglo. Es muy posible que una de las tres mejores sagas de Spider-Man, Hulk, Thor, Capitán América, Vengadores, Liga de la Justicia, Green Lantern y Wonder Woman se hayan hecho este siglo. Ya no nos vamos a la industria independiente, pero puede decirse que sin haber creado ninguna revolución nueva desde el inicio del siglo, como sí pasó con The Authority de Warren Ellis y luego de Mark Millar, hay muchos personajes clásicos con fantásticas etapas. Sin despreciar lo mucho bueno que tienen los cómics de superhéroes del siglo XX que nunca nadie consiga vender la burra de que sólo hubo cómics buenos en su adolescencia y juventud.
Pero este siglo ha traído el éxito de las películas de superhéroes hasta ser el género que recauda lo que no está escrito. Es el nuevo western, las nuevas películas de acción en los ochenta o las comedias románticas noventeras. Puede que más. Se ha mezclado este éxito en el cine con otros muchos factores políticos, sociológicos y económicos, llevándonos a que casi cada nueva superproducción cinematográfica lleva asociada una polémica política. Casi siempre relacionada con las llamadas políticas de identidad: reclamaciones sobre si el género de un actor es el correcto, sobre si la representación femenina es adecuada, sobre si la representación femenina o multicultural es excesiva y etc.
Los cómics, al final, representan un porcentaje ridículo de la facturación. No es que se dejen de lado pero es más que evidente que es algo totalmente secundario de cara a la supervivencia de Marvel o DC hoy por hoy. Casi que son fuente de inspiración intelectual y poco más. Podría uno pensar que sería el terreno perfecto para experimentar muchísimo más de lo que vemos. Lo cierto es que hay cambios también en el papel que muchas veces generan más debate entre no lectores de cómic que entre los que aún leemos a la gente con superpoderes (que somos cada vez menos, por cierto). Podemos remontarnos a DC cuando mató a Superman y toda su campaña mediática para que apareciera en los periódicos o el veto en el mismísimo Wall Street Journal a la míticamente desesperante saga del Clon noventero de Spider-Man.
Matar al Capitán América, quitar los calzoncillos por fuera a Superman, que Spider-Man revele su identidad secreta, que el muy viril Thor sea sustituido por una mujer…ahí hemos tenido, más allá de las polémicas, buenos cómics y malos cómics. Pero de lo divertidos o buenos que han sido no ha habido jamás debate en medios de comunicación o digitales. Spider-Man puede tener años de cómics horribles sin que eso sea, nunca, polémico.
En toda la marejada de cambios para llamar la atención gratuitamente y auténticos cambios en las colecciones para mejorar mucho más (como pasa con la serie de Hulk, que ha pasado a ser una serie casi de miedo) saltó a la palestra la creación de otra nueva superheroína, Kamala Khan. Una nueva Ms. Marvel. Una chica adolescente, musulmana y admiradora de la rubia y poderosísima Carol Danvers.
Era fácil para los creadores, Willow Wilson y Adrian Alphona, tirar de clichés. Es decir, surfear la ola de la polémica por lo musulmán de la protagonista y contarnos una historia prototípica. Es complicado crear un personaje nuevo en un universo de tantas décadas. Es fácil intentar hacer un clon de alguno o varios personajes. Y más con el ambiente político de peleas identitarias siendo tan seductor para alinear políticamente a la gente para que comprar tu cómic fuera un acto de militancia política, como de hecho ha pasado con la compra de entradas para ir a ver la película de Pantera Negra.
Willow Wilson y Adrian Alphona crean una adolescente estadounidense de padres pakistaníes y musulmanes que no puede ser más creíble. Le gusta jugar a al World of Warcraft (en el cómic con otro nombre). Se lleva regular con su hermano, el cual se dedica a rezar todo el día y que todos sospechan que su fe en el Islam es una excusa para no buscar trabajo. Ella sueña con ser Carol Danvers y llevar su traje “políticamente incorrecto”, con botazas, guantes, enseñando medio culo y con una melena rubia al viento. Consigue los poderes por lo que parece una casualidad y de repente puede transformarse en Carol Danvers, con su traje y todo. Bueno, más o menos: se da cuenta que a pesar de su ensoñación el traje viejo y políticamente incorrecto es muy molesto y el pelo rubio y largo no la deja ver. Ella puede ser una chica morena y regularceja, pero…es ella. El cómic empieza desde la admiración hacia la superheroína más poderosa y empieza con lo típico de la adolescencia: separarse de los padres emocionalmente. Kamala Khan asume el nombre viejo de Carol Danvers, Ms Marvel, pero los poderes, el traje o su carácter no tienen que ver con la superheroína suprema de Marvel.
No vive en el centro de Nueva York y su barrio parece dejado de la mano de Dios por los superseres. Es una superheroína de barrio, recordando muchísimo a los inicios de Spider-Man espiritualmente, con su grupo de amigos que tiene un capitán prototípico del equipo de fútbol, la jefa prototípica de las animadoras y el chico que es su mejor amigo y está enamorado de ella. El primer enfrentamiento con un supervillano es una declaración de intenciones: una especie de hombre-pájaro que intenta usar a los adolescentes, a los que considera unos inútiles, como baterías humanas, para que al menos contribuyan a los problemas energéticos. De una forma indirecta Kamala Khan no solo se pega con esbirros, aprende sus poderes y demás: está enlazando con uno de los temas actuales, que es la auténtica pelea política entre generaciones sobre cómo va a ser el futuro del mundo.
Cada trama realmente no ocupa tantos números y la forma de narrar no tiene nada de descomprimida. El ritmo, siendo propio y adecuado a la época actual, nunca para y prácticamente no hay relleno como venía siendo norma en tantos cómics de este siglo. Kamala conoce a otros superhéroes, se reconcilia con su hermano, hace nuevas amigas de donde parecía que solo iba a encontrar enemigas eternas, sufre decepciones y rechazos que le parten el corazón y, en general, tiene todos los elementos que en su momento hicieron grande a las primeras etapas del mismísimo Spider-Man. Es decir, secundarios que evolucionan, que dejan de ser clichés muy rápido, que cambian sus relaciones con el tiempo entre sí y la protagonista madura emocionalmente de modo lógico y creíble (tras pasar varias crisis normales para su edad y condición de musulmana). En definitiva, vemos la parte humana del personaje que es casi tan importante como la de los superpoderes y las batallas, que casi siempre suelen ser cortas y concluir satisfactoriamente sin demasiados cabos sueltos.
Todos los supervillanos tienen su trasfondo político pero planteado de manera inteligente. Se meten en los terrenos peligrosos de los jóvenes que vuelven al colegio con ganas de hacer daño a los compañeros, con la ira de las generaciones jóvenes hacia las generaciones de personas ancianas o con el inevitable enemigo supremacista y racista. Quitando el último caso nunca es de manera panfletaria y facilona, casi siempre la historia y el enfrentamiento tanto personal como superheroico toma caminos que son más que refrescantes y muy en el tono de lo que es el personaje.
Kamala no es una musulmana tradicional, le aburren los hábitos conservadores de su hermano y sus padres, pero quiere a su familia de verdad. Hay conflicto porque es adolescente, porque crece en Estados Unidos y porque se siente en medio de ninguna parte: musulmana para unos, demasiado poco musulmana para otros, superheroína para muchos, niñata y desconsiderada para otros…todo el torbellino de confusión, de desapego del pasado pero no del todo ya que uno sigue queriendo a sus padres y a sus orígenes está perfectamente reflejado en el cómic. Pocas veces en cómic de superhéroes se ha reflejado tan bien. No es una sorpresa que este cómic haya tenido tantísimo éxito de ventas y de crítica, tanta acogida entre precisamente adolescentes. Porque les trata emocionalmente tal cual son. Con toda su inmadurez inevitable, con todo el cacao maravillao emocional, con toda su maravillosa energía transformadora, con toda una reivindicación constante de los autores de todo lo bueno que trae la sangre nueva a un país, a una sociedad y a un mundo. Es mentira que los millenial sean más tontos, más egoístas o más vagos. Es una mentira cómoda y tranquilizadora para los que hace tiempo que no somos jóvenes.
Siendo un cómic moderno rescatan el lado más claramente luminoso y clásico del cómic de superhéroes original, porque Kamala es heredera de Spider-Man pero, teniendo crisis emocionales y depresiones como este, es mucho más luminosa. Es mucho más optimista, más vital, transmite siempre la idea que ella como superheroína no es nada sin sus amigos, familia y sus vecinos. Es el grupo el que la permite vencer. Es el grupo el que la hace fuerte. Es depender de los demás lo que la hace poderosa, no dependiente, como tantas veces se ha planteado algún otro superhéroe clásico. Hace cosas más cuestionables, se enfrenta a su mismísima referente, Carol Danvers y se enamora. Hay demasiadas cosas que da igual lo que te digan los mayores: tienes que aprenderlas por ti mismo. Pero también hay cosas que solo los jóvenes deberían hacer, movidos por esas energías y esa pretenciosidad que los adultos quizás se nos hace inocente. Tienen que sacudir las cosas, tienen que recordarnos que el mundo del mañana, el que será suyo, tendrá mucho que ver con lo que los adultos teóricamente responsables hagamos con él. El cómic habla de esto una y otra vez.
Los padres de Kamala son musulmanes tradicionales y también unas personas estupendas. Kamala no decide ayudar a los demás con sus poderes por trágicos asesinatos de familiares o buscando venganza. Kamala decide ayudar a los demás porque sus padres la han enseñado que hay que hacer cosas por los demás dentro de lo que uno pueda. El tema de su identidad secreta está planteado del modo más natural posible: una chica de su edad y recursos no puede ocultar a sus más cercanos que se disfraza mucho tiempo. Y es eso, la naturalidad, lo poco forzado de casi todo en la historia teniendo todos los ingredientes para serlo lo que sorprende, lo que es maravilloso y lo que ha hecho que prácticamente seguro Kamala Khan sea el mejor personaje que ha creado Marvel para los cómics en este siglo XXI. Los primeros nueve tomos, los de la etapa que hemos comentado, los tenéis publicados por Panini Comics en España (aquí).
Sed felices.
Mis dieses por semejante artículo.
A ver si Saladin Ahmed le consigue coger más el tono en la actual colección, aunque veo difícil que llegue al nivel (y, sobre todo, a la regularidad) de Willow Wilson. Además, entre un familiar muriéndose y el traje alienígena… más Spiderman, imposible.
Muchas gracias.
Sí, habrá que ir echándole un vistazo. Material bueno para tirar tiene muchísimo.
Saludos!