El terror evoluciona con los años: cada época tiene sus miserias y, por lo tanto, cada etapa de la Humanidad se ha enfrentado a unos miedos distintos. Bram Stoker recogió los temores de un puritano siglo XIX en su soberbia Drácula, Lovecraft explotó el desarraigo de la primera mitad del siglo XX para deleitarnos con sus horrores cósmicos, Stephen King viajó a la América profunda de los setenta para contarnos la historia de una adolescente enfrentada a una estricta represión sexual. A pesar del buen hacer de estas obras, pocas de ellas pueden calificarse de intemporales. A estas alturas, no muchos siguen sintiendo un escalofrío por la espalda al evocar la imagen de un decadente castillo.
Sin embargo, uno de los exponentes del terror que peor ha envejecido son los slashers o, hablando en plata, el subgénero de los asesinos en serie. Después de la sobreexplotación de este tipo de filmes en los años ochenta y de la subversión de Scream y la parodia descarada de Scary Movie, los perturbados con machete han acabado sirviendo solo para que adolescentes en plena ebullición de hormonas puedan hacerse arrumacos en el cine. Uno de los homicidas más famosos del cine es Chucky, conocido en España como el muñeco diabólico. Este es también el título del reboot de la saga, en el que el desconocido director Lars Klevberg adapta este icónico personaje al siglo XXI con aceptables pero desiguales resultados. Tras otras siete películas, ¿ofrece algo nuevo esta entrega? Descubrámoslo.
¡Hola, soy Chucky!
La película comienza de manera completamente distinta a la original: se nos explica el origen de este perverso personaje, pero no tiene nada que ver con la posesión demoníaca de un convicto. En este caso, uno de los explotados trabajadores que se dedican a la fabricación del popular muñeco Buddi, decide trastocar la inteligencia artificial de este juguete capaz de conectarse a los aparatos electrónicos de la casa, móvil incluido. De este modo, el proceso de aprendizaje de este nuevo Chucky es distinto al de los otros robots… y, como veremos, mucho más siniestro.
Una madre soltera que trabaja en un centro comercial decide apropiarse de este muñeco defectuoso que ha sido devuelto al almacén. Pretende regalárselo a su hijo con problemas de socialización, creyendo que podrá ayudarle. Al principio, todo parece ir bien: el niño comienza a hacer amigos, presentándoles al mejor juguete del mundo. Dice palabrotas, hace tonterías virales… y aprende de su entorno. Pero, cuando este entorno es una familia disfuncional y se le añade una dosis de violentas escenas de terror, algo empieza a torcerse en el interior de este nuevo mejor amigo del chico. Es entonces cuando nuestro protagonista deberá enfrentarse al monstruo que ha creado… un monstruo con acceso a Internet.
Un reboot correcto y poco más
La franquicia del muñeco diabólico ha logrado mantenerse con relativa solidez a lo largo de los años, gracias a una atractiva premisa, a un Don Mancini que siempre ha estado involucrado en mayor o menor medida dentro de la saga y a un Brad Dourif cuya voz convirtió a este juguete en un villano instantáneamente reconocible. Este remake, realizado ya sin el creador del personaje, sabe qué teclas tocar para provocar una sonrisa o incluso una carcajada: toma prestados elementos de la popular Stranger Things, como el grupo de niños enfrentados a un peligro, y subvierte las expectativas de los espectadores hasta cierto punto, centrándose más en el gore y en la comedia negra que en el terror propiamente dicho. En este sentido, trata de emular a La novia de Chucky, la mejor secuela de todas… pero es que La novia de Chucky se estrenó hace más de veinte años, y ha llovido mucho desde entonces.
El humor de la cinta no siempre funciona, y sus intentos de apelar a la cultura millennial dan más pena que risa o miedo. La segunda mitad de la película es completamente predecible, y casi ninguno de los personajes logra conectar con el público, a pesar de sus más que correctos intérpretes. Sin embargo, hay que admitir que el papel de madre soltera de Aubrey Plaza consigue dar vida a una potencial víctima con personalidad propia que no queremos que muera. Una virtud de este filme que los guionistas de ciertos subgéneros de terror suelen olvidar con mucha facilidad.
El Chucky del siglo XXI
Pero dejamos lo mejor para el final: el propio Chucky, distinto en origen y motivaciones al que conocemos. Aunque no llega a igualar al mítico Brad Dourif, Mark Hamill es una excelente elección de casting que, sin duda, supone un aliciente más para ver el largometraje en versión original. Se nota que el bueno de Luke Skywalker ha estado preparándose como villano en series de animación como Batman o Avatar, porque no podría haberlo hecho mejor como este siniestro muñeco. El Chucky del reboot es muy distinto al que conocemos, porque somos testigo de su descenso a la locura, y de la extraña actitud casi inocente que muestra en el primer acto. Así, su caída en desgracia acaba dando lugar a una interpretación desquiciada por parte del veterano actor de voz, que nos hará reír y temblar.
A pesar de las críticas que ha recibido el aspecto del muñeco, sus movimientos robóticos son adecuados para la fábula que se nos está contando. En la época del Internet de las cosas y de la obsesión por la ciberseguridad, este retaco asesino puede hackear televisiones y todo tipo de aparatos electrónicos, resultando en un clímax demasiado breve pero endiabladamente divertido en el que se explotan las posibilidades de esta nueva habilidad. Se trata del Chucky más amenazante y gracioso que hemos visto en años. Por muy puristas que sean, los fans del personaje no se lo deben perder en acción.
Conclusión
¿Es Muñeco diabólico una buena película? Es una excusa entretenida y pasable para disfrutar del aire acondicionado y soportar un poco mejor el calor de estas fechas. También se sitúa por encima de la media de la saga, con un humor negro que no siempre funciona pero que deja un buen sabor de boca. Sin embargo, no es el puñetazo sobre la mesa que supuso la última entrega de Halloween, ni un comienzo especialmente prometedor que garantice las apetitosas secuelas. Habrá que ver cómo funciona en taquilla para comprobar si la presente cinta supone un nuevo comienzo para nuestro muñeco favorito o si, por el contrario, se trata de su canto del cisne. Pero, si este intrascendente juguete vuelve, esperemos que sea en una nueva versión mejorada a la que no solo se le añada un sombrero nuevo.