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Retro-Análisis: Hace un Millón de Años (1966), el absurdo atractivo de una prehistoria imaginaria

Hoy en nuestra sección de retro-análisis, revisitamos Hace un Millón de Años (Un Millón de Años antes de Cristo para América Latina), aventura prehistórica con estética sesentera que elevó a Raquel Welch a ícono sexual y dejó uno de los carteles más célebres e icónicos de la historia del cine.

Esta es una historia de hace mucho, mucho tiempo, cuando el mundo estaba comenzando”. Con esa frase en off comienza Hace un Millón de Años y el propio título entra en contradicción con la misma, pues el mundo es unas tres mil quinientas veces más antiguo que eso.

También se lo puede ver como que estamos a punto de ver una prehistoria que nunca existió: una en la cual los seres humanos convivían con dinosaurios y las féminas lucían tan curvilíneas, peinadas y maquilladas como Raquel Welch. Después de todo, también la obra fundamental de Tolkien se ubica en una Edad Media inventada.

Y el título para España me termina gustando más que el original One Million Years B.C. (en América Latina literalmente traducido como Un Millón de Años antes de Cristo), ya que si bien un millón de años es apenas ayer para la evolución del planeta, también es una cifra importante para que no haya necesidad de referirla a la cronología cristiana y lo de “antes de Cristo” se vuelve irrelevante.

El filme es remake de otro de 1940 que, con idéntico título y dirigido por Hal Roach, contaba a Victor Mature en el rol principal, además de escenas de terremotos y erupciones que serían reutilizadas y recicladas hasta el cansancio para abaratar costos en infinidad de películas y series: hasta Los Tres Chiflados echaron mano de ellas.

Una Producción de otro Tiempo

La idea del remake nació de Hammer Productions, compañía cinematográfica británica que estaba en su mejor momento con títulos de suspenso, ciencia ficción y, sobre todo, terror gótico, pero que por primera vez incursionaba en la prehistoria.

Para dirigirla, se contrató a Don Chaffey, de larga experiencia en filmes fantásticos, en tanto que para los efectos visuales se recurrió a Ray Harryhausen, auténtico especialista en animación stop-motion y quizás primer técnico de efectos en adquirir carácter de estrella: en su haber figuraban La Bestia de Tiempos Remotos (1953), Simbad y la Princesa (1958) o La Isla Misteriosa (1961), además de haber ya trabajado con Chaffey en Jason y los Argonautas (1963) y haberse hecho con un Oscar por El Gran Gorila (1949); si creen que alguien inventó algo con un oso cocainómano, aquí tienen un gorila borracho haciendo desmadres.

Los papeles principales recayeron sobre John Richardson y Raquel Welch (aquí artículo sobre su reciente partida), que venía de rodar el mismo año esa gema llamada Viaje Alucinante (aquí retro-análisis), pero que quedaría a partir de este filme elevada a ícono sexual por más de una década.

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De hecho y a diferencia de lo ocurrido en Estados Unidos, el cartel promocional del Reino Unido (ese que se volvería obligatorio en toda habitación de adolescente), la mencionaba como protagonista principal. Y ya que hablamos del cartel, el mismo tendría también papel central en una historia de Stephen King posteriormente adaptada al cine como Cadena Perpetua, Sueño de Libertad o Sueños de Fuga según los países.

El rodaje se realizó en Islas Canarias, importante diferencia con respecto a la película original y mucho del cine previo de aventuras o monster movies: los paisajes volcánicos de Lanzarote proporcionaron una magnífica belleza natural que, asociada a la eficaz fotografía de Wilkie Cooper, dieron una credibilidad novedosa para la época.

Otra original novedad es que la película evita cualquier lenguaje conocido (en la de 1940 hablaban perfecto inglés) para recurrir a una serie de fonemas guturales que, sin constituir un vocabulario complejo ni extenso, se repiten lo suficiente como para hacernos asociar sonidos a conceptos.

Eso sí: el “diálogo” es tan poco que no había necesidad de dos guionistas (Michael Carreras y William Bast) y menos tratándose de un remake. Tampoco se entiende por qué Luana (el personaje de Welch) utiliza la palabra griega “achelon” para alertar a los suyos sobre la presencia de una tortuga gigante.

La Historia

Después de la frase del comienzo, la voz en off (mismo relator de Espartaco, de Stanley Kubrick) regresa brevemente tras los créditos iniciales y ya no vuelve a oírse, como diciendo: “a partir de aquí, sigues por tu cuenta”.

El mundo prehistórico se muestra convulsivo, caótico y hostil, obviamente sembrado de erupciones volcánicas (el imaginario popular tiende a creer que las había todos los días y a toda hora), enormes criaturas y hordas guerreras, a una de las cuales (la Tribu de la Roca) pertenece Thumak (John Richardson).

Por un conflicto con su padre y su hermano, este acaba expulsado y debe vagar sin rumbo por un peligroso ambiente de fauna prehistórica y otra que no lo es tanto, como iguanas o arañas gigantes que jamás existieron y, según la ley cuadrático-cúbica, tampoco hubieran podido…

Tras atravesar una cueva ocupada por bastante menos evolucionados hombres-mono que coleccionan calaveras, Thumak entra en contacto con la Tribu de la Caracola, cuyos integrantes tienen, a diferencia de su gente, rasgos más suaves y cabello rubio, además de ser más pacíficos, de buenos modales y con una filosofía más valorativa de la vida.

De características bastante avanzadas que poco encajan con la época, practican más la pesca que la caza, usan adornos y joyas, tienen música, arte rupestre y… las chicas usan bikinis (de piel, eso sí), así como peinados y maquillajes de los sesenta.

Entre ellas, obviamente, está Luana (Raquel Welch), quien, tras encontrar a Thumak en la playa cual Nausicaa a Odiseo, le lleva con los suyos. Al principio no lo aceptan, pero la cosa cambia cuando, en impactante escena y a riesgo de su vida, salva a una niña del ataque de un alosaurio: de no existir el poster de la Welch, esa hubiera sido la imagen del filme…

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No faltan triángulos ni relaciones cruzadas: Luana tiene en la tribu un pretendiente celoso (¿solo uno?), lo cual, una vez más, deviene en conflicto y destierro, pero esta vez Thumak parte acompañado, ya que ella decide ir con él. No quiero contar más, pero obviamente se cruzarán con todo tipo de peligros desde dinosaurios hasta las consabidas erupciones volcánicas y, como ya supondrán si no han visto la película, el amor, la armonía y la cooperación terminarán triunfando…

Ensalada de Épocas

Que la cronología es un disparate es algo tan obvio que casi podría omitirse decirlo: fauna jurásica convive con comunidades paleolíticas en transición hacia el neolítico y, a excepción de los hombres-mono, los humanos lucen bastante actuales, a lo sumo algo más peludos, como los de la Tribu de la Roca. Además caminan completamente erguidos y son blancos, algo sumamente improbable hace un millón de años.

Como ya fue dicho, el ser humano jamás convivió con los dinosaurios y, por cierto, pocas posiblidades hubiéramos tenido de desarrollarnos si un gigantesco meteorito no nos allanaba el camino quitándolos de en medio. Sin embargo, siempre nos intrigó pensar cómo hubiera sido la convivencia y el cine se dedicó a juntarlos cada vez que pudo con cualquier excusa: viajes en el tiempo, islas inexploradas, ADN en mosquitos fosilizados o mundos alienígenas reminiscentes del pasado de la Tierra. Lo que sea con tal de dar “lógica” al anacrónico encuentro…

Aquí ni siquiera hay excusa: no importa por qué los dinosaurios siguen allí con sesenta y cinco millones de años de retraso ni tampoco de qué se alimentan en un paisaje árido y desértico que no parece tener una fauna lo suficientemente rica como para mantener una cadena. Tampoco hay mucha vegetación, lo que, además de complicarle las cosas a los herbívoros, nos hace preguntarnos por qué los protagonistas no ven llegar a semejantes criaturas hasta que las tienen encima (y eso que se supone que la columna erguida facilitó otear el paisaje).

De todas formas, quienes hemos visto mucho cine de monstruos o dinosaurios sabemos una cosa: cuando estés a merced de uno de ellos y parezca no haber salvación, siempre aparecerá en escena un contrincante que le robará su atención y te facilitará la fuga. Verne inventó el recurso en Viaje al Centro de la Tierra y el cine lo institucionalizó con el King Kong de 1933

Y el choque clásico, casi el “derby” del fin de semana, siempre era el del t-rex contra el triceratops. De niños mirábamos esas películas tomando partido por uno o por otro y esperábamos ansiosamente el enfrentamiento que, sabíamos, se produciría con toda puntualidad hacia el último cuarto. Pues bien: aquí no es distinto…

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Animales Fantásticos… y no tanto

Para recrear a los dinosaurios y sus movimientos se recurrió mayormente a la técnica de stop-motion, que por esos años era lo “top” en efectos e hizo nuestras delicias cuando faltaban años para Jurassic Park y el cgi. También se recurrió a animales ampliados y superpuestos, como la iguana o la araña gigante. Se me ocurre que fueron puestos allí porque un par de animales reales podían contribuir al realismo del conjunto: ninguno de nosotros ha visto nunca un t-rex en acción, pero sí una araña y si la vemos real, no tenemos por qué pensar que el resto de las criaturas no lo sean.

La historia del que se ve separado de su clan es para esta altura un tópico prehistórico: se la puede hallar en la magnífica En busca del Fuego (Jean-Jacques Annaud, 1981) o en la aceptable Alpha (Albert Hughes, 2018), pero indudablemente debe mucho a Hace un Millón de Años. Es cierto que En busca del Fuego se basa en una novela de 1911, pero allí (a diferencia de su adaptación) no había destierro sino una competencia por encontrar el fuego. Lo que sí es deudor de la historia de J.H. Rosny es lo de las tribus que, con diferente estado de evolución, entran por primera vez en contacto.

Prehistoria Sesentera y Fetichista

Un profesor de la universidad me decía que para comprender la prehistoria es necesario entender primero el siglo XX. Lo fundamentaba en que su estudio ha sido, justamente, el último en aparecer y las herramientas conceptuales y metodológicas para abordarlo nacieron recién durante el siglo pasado. Para encarar el período, se necesita un marco teórico: si vamos a hablar de utensilio, herramienta, comunidad, familia o incesto, primero tenemos que saber qué estamos definiendo como tal. Ello vale, desde ya, para cualquier período a estudiar, pero mucho más cuando no hay testimonio escrito y debemos hacer que los restos hablen.

Hace un Millón de Años es una película de los sesenta con una mirada de la prehistoria anclada claramente en esa década, desde la lucha entre pacifismo y belicismo hasta los ya mencionados peinados y maquillajes e incluso los patrones de belleza, pues difícil es creer que alguien como Raquel Welch fuera considerada atractiva hace un millón de años, ni tan siquiera mil. Ello se ve más claro en El Clan del Oso Cavernario (otra película prehistórica que merece retro-análisis), en la cual el personaje de Daryl Hannah (hermosa para nuestros parámetros) es casi un “patito feo” para la comunidad en que se ha criado.

De lo que no cabe duda es de que la Welch era atractiva para el lobo semental interior de cada uno de nosotros que, desde la butaca del cine, proyectaba en las famélicas miradas de los cavernícolas la suya propia. La película está dedicada a mostrar su cuerpo con un deleite entre el enamoramiento y la lascivia, cubriendo así la deuda que había dejado Viaje Alucinante, en donde no había prácticamente mostrado carne. Alcanza con echar un vistazo a algunas de las frases publicitarias como “¡Vea a Raquel Welch con el primer bikini de la humanidad!” o “Conozca un mundo bestial donde la única ley era… ¡la lujuria!”.

No hay que olvidar que esto es exploitation puro y con mucho de cine B por más producción que tenga. De hecho, el resto de las muchachas no desentonan al lado de Raquel sino que, por el contrario, Lisa Thomas e Yvonne Horner lucen igual de sexies pero con menos cartel.

¿Y qué mayor fantasía podía tener un espectador promedio masculino de los sesenta que encontrarse en la playa con una horda de mujeres prehistóricas? Roger Corman, que de eso sabía bastante, repetiría descaradamente la fórmula dos años después en Viaje al Planeta de las Mujeres Prehistóricas, vampirizada versión de la película soviética El Planeta de las Tormentas (Pavel Klushantsev, 1962), a la que decidió agregar chicas: el exploitation es así…

Hace un Millón de Años no niega al espectador más troglodita ningún placer fetichista: pocas cosas tan mórbidas como Luana suspendida en garras de una hembra de pterodáctilo mientras por debajo suyo, en el nido (sí, un nido, como el de un ave), las ruidosas crías arrojan voraces picotazos en procura de hincar el diente (o lo que sea) en cada parte de su bella anatomía.

ULTRAKiLLBLAST — ONE MILLION YEARS B.C. (1966)

También hay un baile erótico a cargo de Martine Beswick (suprimido en la versión para Estados Unidos) y hasta una escena de lucha entre esta y la Welch en la que solo falta fango…

Por lo demás, la película mezcla ingredientes de monster movie, cine peplum (muy de moda por la época) y hasta épica bíblica, sobre todo en las armonías corales que caracterizan la banda sonora compuesta por el italiano Mario Nascimbene: a veces parece que de un momento a otro fuera a aparecer un sujeto de túnica y cayado por detrás de alguna montaña.

Pero si bien esos elementos la relacionan inevitablemente con otras producciones de su tiempo, hay, como hemos dicho, toques originales e innovadores como el uso del lenguaje, el manejo de la paisajística o la última escena en sepia que pareciera marcarnos el final a la vez que el inicio de una historia nueva y diferente aunque, paradójicamente, muy antigua.

Tras el éxito, Hammer Productions se embarcaría durante los años siguientes en una serie de películas prehistóricas que podían incluir dinosaurios, chicas o ambas cosas. En esa línea se inscribe Slave Girls (1967) que, estrenada en Estados Unidos como Prehistoric Women, reconvertía a Michael Carreras de guionista a director y a Martine Beswick de actriz secundaria a principal.

En 1968 llegaría El Continente Perdido (otra vez con Carreras como director) y dos años después Cuando los Dinosaurios dominaban la Tierra (dirigida por Val Guest y basada muy libremente en una historia de J.G. Ballard). La saga de mujeres de las cavernas se cerraría en 1971 con Criaturas olvidadas del Mundo, que repetía no solo a Chaffey en la dirección y a Carreras en el guión, sino también y de manera casi literal el cartel promocional de Hace un Millón de Años con una Julie Ege que tenía lo suyo pero quedaba lejos de la Welch…

Y la fiebre por las películas prehistóricas no se limitó a Hammer: un maravilloso disparate de Warner llamado El Valle de Gwangi (Jim O´Connolly,1969) se tomó (una vez más con Harryhausen en los efectos visuales) el descarado atrevimiento de reunir dinosaurios y cowboys. Los dinos calzan bien en cualquier lado…

Pero quizás muchos se lleven una sorpresa al saber que Hace un Millón de Años influyó nada menos que a Stanley Kubrick, pues así como el filme echara mano del relator de Espartaco, la influencia se revirtió y se pueden hallar reminiscencias del mismo en la introducción de 2001: Una Odisea del Espacio, siendo notable la similitud de los homínidos con los hombres-mono de la cueva de calaveras. Y no acaba allí: en uno de los delirios alucinatorios de Alex en La Naranja Mecánica se pueden reconocer las explosiones y caídas de rocas del final de la película.

Valoración Final

En algún momento, Chaffey declaró no haber hecho la película para nerds prehistóricos. En una tónica similar, Harryhausen defendió King Kong manifestando que no estaba hecha para profesores de biología que no irían a verla. Si uno pretende ver Hace un Millón de Años con fines educativos, está absolutamente perdido y sería mejor que echase un ojo a algún autor de la cuantiosa y valiosa bibliografía que hay sobre la prehistoria.

Tampoco es apta para quienes, más anacrónicos que la película misma y basados en prejuicios y valores actuales, estén a la caza de panfletos machistas y sexistas. Ni para buscadores de lecturas filosóficas.

Recuerdo haber leído alguna vez una crítica cuyo autor tildaba al filme como “solo para neandertales”, ignorando casi con seguridad que estos introdujeron muchos avances y fueron los primeros en enterrar a sus muertos y colocarles flores. Suele ocurrir que quien pretende jugarla de culto e instruido acaba pasando por ignorante…

Así como hemos dicho que Hace un Millón de Años es una película que no busca excusas para sus anacronismos, tampoco es una que sufra de autoindulgencia o tenga necesidad de pedir disculpas. Es lo que está allí… ¿Te gustan los dinosaurios? Los tienes. ¿Te apetece ver muchachas en escuetos bikinis prehistóricos? Allí están. ¿Quieres ver una historia entretenidísima? Disfrútala. ¿No te interesa nada de todo eso? Vuelvo a recomendarte lo del libro…

Se podrá objetar que está llena de incongruencias o que la Welch no tiene idea de actuación (después mejoró y hasta se llevó un Globo de Oro), pero si lo que quieres es pasar un rato divertido y sin complicaciones, no dudes en hacer este tour por una prehistoria que nunca existió, pero que bien te gustaría que hubiese existido. Hace un Millón de Años es una película sin culpas para ser vista también sin culpas…

Hasta la próxima y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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