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Retro-Análisis: Runaway, Brigada Especial (1984), Tom Selleck contra las máquinas y un villano muy particular

Hacemos hoy repaso de Runaway, Brigada Especial (1984), thriller de ciencia ficción que tenía en la dirección a un especialista en el género como Michael Crichton y en los papeles principales a una dupla antagónica integrada por Tom Selleck, en ese momento en pleno éxito con Magnum P.I., y un impensado Gene Simmons que venía de quitarse hacía poco su característico maquillaje en Kiss. Cynthia Rhodes, Kirstie Alley, Joey Cramer y GW Bailey en esta historia de máquinas y robots que, aparentemente, se están rebelando contra los humanos.

Bienvenidos a un nuevo retro-análisis, hoy para hablar de una película casi olvidada de los ochenta a pesar de estar dirigida por Michael Crichton. Se trata de Runaway, Brigada Especial (en inglés original simplemente Runaway y en América Latina Fuera de Control), la cual tenía además el atractivo de contar en su papel principal a Tom Selleck (quien en ese mismo momento protagonizaba la serie televisiva Magnum, P. I) Y como villano, nada menos que a Gene Simmons, bajista y miembro original de Kiss.

Michael Crichton es conocido tanto por su faceta de escritor como de cineasta. Fueron muchas y con éxito las novelas suyas llevadas a la pantalla (Jurassic Park, Sol Naciente, Disclosure), estando la mayoría de las veces también a cargo del guion, la producción o ambas cosas.

Pero además se atrevió a sentarse en la silla de director a partir de Westworld (1973), la cual, conocida según países como Almas de Metal o El Mundo de los Robots Asesinos (madre mía), marcó un hito en la historia del cine al ser la primera película en incluir imágenes generadas por ordenador y sentó además precedente para la serie homónima (aquí nuestros análisis) que adaptaría la misma novela a lo largo de cuatro temporadas hasta ser brutalmente y sin aviso cancelada por HBO (aquí nuestro artículo).

En general, las historias de Crichton suelen moverse en una línea entre la ciencia ficción y el thriller, tomando mayormente como ejes la tecnología, la biogenética, la medicina o la robótica, como es este el caso. Se estrenó, por desgracia, el mismo año que Terminator y ello contribuyó a que quedara algo eclipsada en cartelera por la película de James Cameron, que abordaba una temática afín, cuando la idea era que fuera el suceso cinematográfico del año.

En particular, recuerdo haberla visto en programa doble junto con (valga la redundancia) Doble Cuerpo (Brian De Palma, 1984, conocida en América Latina como Doble de Cuerpo) y, sobre todo, el ataque de risa que me dio y motivó fastidio en la sala cuando al entrar con la película cinco minutos empezada y sin siquiera haber tomado todavía asiento, vi a Tom Selleck y Cynthia Rhodes correr por un sembrado a un adefesio amarillo y con ruedas que emitía extraños chillidos.

Pero bueno, el hecho de que la estuvieran proyectando como relleno ya era indicativo de que no venía funcionando muy bien, aunque la cosa cambió después con el VHS, siempre un mundo aparte con respecto al cine al momento de dejar en claro que mucha gente estaba dispuesta a ver en su hogar lo que quizás no en una sala. A partir de ello, la película pasó a ser de culto y hace algún tiempo tuve oportunidad de revisionarla e incluso ver, por primera vez, los cinco minutos iniciales que aquel día me había perdido.

La Historia

Jack Ramsay (Tom Selleck) es un oficial de policía que sufre de pánico a las alturas y ello hizo que en el pasado se le escapara un delincuente que acabaría matando a seis personas. Si no fuera ya suficiente tragedia con la que cargar, además perdió a su esposa en un accidente, lo cual le dejó con la crianza de Bobby (Joey Cramer), un hijo de nueve años cuyas necesidades atiende gracias a los servicios de un robot casero llamado Lois.

La pesada mochila del pasado que lleva a cuestas le ha hecho dejar la calle y dedicarse más bien a casos relacionados con robots, los cuales están ya absolutamente instalados en la vida doméstica y cotidiana de las personas. Parece un terreno más tranquilo, pero la realidad es que los mismos vienen desde hace un tiempo causando dificultades: una máquina rural se rebela en el campo y, mucho más preocupante, un robot hogareño con una Magnum 357 asesina casi completa a una familia a excepción del padre, que ha salido fuera de la casa, así como de un bebé al que urge entrar a rescatar.

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En compañía de su nueva compañera de trabajo Karen Thompson (Cynthia Rhodes), Jack debe asistir a ambos lugares, pero mientras que el primer escenario se presenta hasta diríase divertido (repito: me reí mucho y sigo sin entender por qué en la sala nadie más lo hacía), el segundo está cargado de tensión y se ve obligado a ingresar al domicilio para acabar con el robot y salir con el bebé como un héroe mientras, de manera sospechosa, el padre del niño se esfuma del lugar…

El tercer caso que se le presenta es el de un robot de oficina que mantiene a raya a una sexy secretaria ejecutiva llamada Jackie (Kirstie Alley), a la que Jack consigue poner a salvo pero, al hacerlo, le descubre unos cuantos chips que, al parecer, pertenecen a su ex pareja, el doctor Charles Luther (Gene Simmons), ingeniero maniático con prontuario delictivo que busca vender un programa tecnológico de defensa al mejor postor y no tiene mejor idea que ponerlo a prueba con los ex socios que le han abandonado o bien con su ex pareja.

Fantasma en la Máquina

Lo primero para decir es que la película es sorprendentemente “profética” en lo que a tecnología se refiere. Crichton nunca quiso especificar el año en que la historia transcurre pero, por más ochentero que todo se vea y con robots que parecen cajas con ruedas, el mundo recreado es estremecedoramente parecido al que hoy vivimos, siendo moneda corriente las inteligencias artificiales, las casas “inteligentes”, los ordenadores que responden a la voz humana, los drones con cámara o los auriculares inalámbricos. Crichton supo ver el futuro…

Las balas que siguen el calor una vez disparadas pueden también tener algo de actualidad, aunque en la película son capaces de seguir un objetivo único y nunca se explica ni se entiende cómo es que pueden diferenciar y perseguir a un individuo determinado entre una multitud. Las cámaras subjetivas que simulan ir montadas sobre las mismas dan un toque interesante, aunque falta algo de velocidad para terminar de provocarnos la sensación.

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Lo de las máquinas rebelándose no era nuevo. En la literatura de ciencia ficción había sobrados ejemplos de larga data, así como en el cine antecedentes como 2001: Una Odisea Espacial (1968) o Blade Runner (1982), de las que invito a leer nuestros respectivos retro-análisis pinchando en los correspondientes links.

Y no hay que olvidar que, como antes hemos dicho, 1984 fue el año de Terminator con su pesadilla de Skynet, lo que ayuda a entender que Runaway haya quedado a la sombra. Incluso Stephen King (otro escritor devenido en director al igual que Crichton, aunque con menos suerte) abordaría la temática dos años después con La Rebelión de las Máquinas (Maximum Overdrive, 1986, también conocida como Ocho Días de Terror).

Pero si nos ceñimos a Crichton, ya su filme debut Westworld había recalado en el tópico. La diferencia es que en Runaway no hay planteo filosófico: no es una película que reflexione sobre la existencia o la sutil línea divisoria entre humano y máquina, sino que simplemente (y así lo manifestó en su momento el propio escritor y director) se propone construir un thriller entretenido en el que las máquinas sean parte de la trama. Y lo logra, a pesar de lugares comunes como la pareja de policías con romance latente en puerta o el jefe gritón y malhumorado interpretado por GW Bailey, quien ese mismo año repetiría casi idéntico papel en Loca Academia de Policía (Hugh Wilson, 1984)

La cuestión no tiene aquí que ver con el terror a que las máquinas se rebelen, sino al psicópata que pueda estar detrás. El propio Tom Selleck lo ha definido de modo casi platónico: “las personas son imperfectas y las máquinas no son otra cosa que su reflejo…”

A propósito, Selleck es un actor poco valorado que, más allá de su perfil seductor y de uno de los mejores bigotes que se hayan visto en pantalla (el de Chaplin era postizo y el de Groucho en parte pintado), ha demostrado ser solvente en papeles tanto de acción como de comedia, confirmando esto último unos años después en Tres Hombres y un Bebé (Leonard Nimoy, 1988), exitoso remake americano de una también exitosa comedia francesa.

Y no era su primera vez a las órdenes de Crichton, ya que había estado en Coma (1978), donde compartía cartel con figuras como Michael Douglas, Geneviève Bujold, Richard Widmark y Ed Harris. Pero para todo el mundo (me incluyo), él era en ese momento Thomas Magnum, el divertido y seductor detective del Ferrari, las bermudas y las camisas floreadas. Y aunque ninguna de las tres cosas aparece aquí, sí está su clásico mostacho o de lo contrario el público podía sentirse estafado y con justa razón.

Selleck cumple un buen trabajo encarnando a un policía atormentado por su pasado y por el vértigo que le aqueja e inmoviliza. El homenaje a Alfred Hitchcock es harto evidente, pues el detective interpretado por James Stewart en Vértigo (1958) sufría el mismo problema y también tenía un pasado a cuestas por no haber podido salvar a un policía que cayó desde una azotea. Eso sí: en el caso de Ramsay, no se entiende cómo lo admitieron en la fuerza con tal afección; por lo menos, el personaje del filme de Hitchcock era detective privado. Lo que se cae de maduro, eso sí, es que la escena decisiva transcurrirá en las alturas…

En cuanto a Rhodes, su elección para el papel tenía poco que ver con sus pergaminos, pues venía mayormente de musicales, habiendo estado el año anterior en Flashdance (Adrian Lyne) y en Staying Alive, innecesaria y olvidable secuela de Fiebre del Sábado Noche dirigida por Sylvester Stallone. No es que haga un trabajo memorable, pero se acopla bien con Selleck (hablo de química actoral, malpensados) en una relación que va in crescendo y que, como en las antiguas cintas del Hollywood de los cincuenta, presagia un beso final que se prolonga insufriblemente durante los créditos al no haber en este caso un “the end”…

Con respecto a Kirstie Alley, creo que fue en esta película cuando me enamoré de ella y a Ramsay le pasó aparentemente lo mismo al verla en su oficina como damisela en apuros a merced de un robot fuera de quicio. Y aunque con orejas puntiagudas y uniforme de la flota estelar ya la hubiéramos visto en Star Trek II: La Ira de Khan (Nicholas Meyer, 1982), definitivamente el de secretaria le sienta muy bien y ni hablar de esa eterna costumbre de alzar intrigantemente la ceja izquierda.

Amén de ello, exhibe ya las condiciones que la llevarán en el futuro al suceso de la franquicia Mira quién habla o de la serie Cheers. Una triste pérdida la suya (aquí artículo publicado en esta web con motivo de su fallecimiento en 2022)…

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¿Y qué pasa con Gene Simmons? Pues está claro que de actuación no tiene idea, pero no creo que Crichton haya buscado otra cosa más que al “malo” de Kiss sin máscara (que la banda completa ya se había quitado el año anterior en coincidencia con el lanzamiento de su álbum Lick it Up). Como villano es bastante liso: habla como malo, se ríe como malo y mira como malo por debajo de espesas cejas y ceño fruncido. No estoy seguro de que eso haga un buen villano, pero podía atraer a los fans de Kiss o a público de otros ámbitos. Eso sí: nunca saca su lengua…

La única experiencia previa actoral de Simmons hasta ese momento había sido haciendo de sí mismo en el telefilme Kiss meets the Phantom of the Park (Gordon Hessler, 1978), que en algunos países fue incluso estrenado en cine como Kiss contra el Fantasma del Parque o Kiss contra los Fantasmas, título bajo el cual (mea culpa) la terminé viendo. El dato de color es que también allí había robots y la escena en que Gene, junto a la banda, pelea contra unos gorilas blancos con circuitos que chisporrotean es antológica y amerita por sí sola reseña basura para la película, pero bueno: no me quiero ir de Runaway…

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El elenco principal se completa con el actor infantil Joey Cramer, siendo este su debut en cine. Dos años después tendría un papel menor en El Clan del Oso Cavernario (Michael Chapman, 1986, aquí retro-análisis) y otro mucho más protagónico en El Vuelo del Navegante (Randal Kleiser, 1986).

La fotografía es correcta sin ser la gran cosa, lo cual es poco decir considerando que quien está detrás de la misma es John A. Alonzo, que el año anterior había tenido a su cargo la de Scarface (Brian de Palma, 1983) y una década atrás la de Chinatown (Roman Polanski, 1974), películas ambas que se destacan en el plano visual y de las que pueden leer nuestros respectivos retro-análisis pinchando en los links.

La banda sonora corre por cuenta de Jerry Goldsmith, siendo esta la primera que realiza de manera electrónica, a puro sintetizador y secuencia programada con apenas algunas notas de piano hacia el final, cuando la cosa se pone más emotiva y se acerca el beso. Cumple su función pero, al igual que ocurre con la fotografía, tampoco queda en la memoria…

Valoración Final

A pesar de que TriStar apostara todo a la película para que fuera el gran éxito de 1984, la realidad es que Runaway, Brigada Especial no funcionó: con un presupuesto de ocho millones de dólares (superior incluso al de The Terminator), recaudó algo menos de siete (contra setenta y ocho de la película de Cameron). Además, la pantalla de ciencia ficción se pobló ese año de estrenos resonantes como Star Trek III: En Busca de Spock (que, dirigida por Leonard Nimoy, recaudó incluso más que The Terminator) o 2010 – Odisea Dos (Peter Hyams, aquí retro-análisis).

El filme se queda claramente por debajo de títulos anteriores de la filmografía de Crichton como Westworld o Coma, pero es un thriller que busca entretener y lo logra, sustentándose en un efectivo Tom Selleck, unos efectos visuales más o menos decentes, un miembro de Kiss sin máscara y una visión del futuro que cuadra sorprendentemente con el mundo que hoy conocemos. Si no nos ponemos en demasiado exigentes, pasaremos un momento divertido.

Un dato del que quizás muchos no se hayan dado cuenta (bah, o por lo menos yo no lo hice cuando vi la película por primera vez) es que el robot que provoca la tragedia familiar empuña una pistola Magnum en claro guiño al personaje que consagrara a Selleck en la serie televisiva. Y ya que hablamos de él y de armas, en ningún momento aparece empuñando la pistola de balas calóricas que le vemos lucir (y relucir) en el póster promocional. Es solo para la foto y nunca dicho de modo tan literal…

Hasta la próxima y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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