Se cumplen hoy cincuenta años de la partida de J. R. R. Tolkien, quien es considerado por excelencia como el padre de la llamada “alta fantasía”. Hacemos un repaso sobre las circunstancias personales que forjaron su obra y de lo que la misma ha aportado.
El 2 de septiembre de 1973, una neumonía contraída durante el tratamiento de una úlcera gástrica terminó con la vida de John Ronald Reuel Tolkien o, como todos le conocemos, J. R. R. Tolkien. Lo que es seguro es que no terminó con su obra ni su legado, pues su nombre quedó ligado para siempre a la literatura fantástica y se convirtió en referente indiscutido. De hecho, la fantasía épica floreció especialmente a partir de él y hoy cuenta en los anaqueles de las tiendas de libros con infinidad de autores que, el que más, el que menos, le debe algo.
La Influencia de su Infancia
Puede sonar extraño que hubiera nacido en Sudáfrica (Estado Libre de Orange), pero allí era donde su padre se desempeñaba laboralmente para la filial del Banco de Inglaterra en Bloemfontein. La familia Tolkien hundía sus raíces en la Baja Sajonia (Alemania) y, de hecho, el apellido es anglicanización de “Tolkiehn”. Su madre, en cambio, tenía ascendencia bien inglesa y de fuerte base en Birmingham.
El pequeño Tolkien vivió, de todas formas, muy poco en Sudáfrica y se sabe a que a corta edad fue picado allí por una tarántula. Aunque él siempre dijo no guardar recuerdo de ello, hay quienes consideran que la aracnofobia debe haberle quedado, siendo fácil relacionar con las grandes arañas que aparecen en El Hobbit o El Señor de los Anillos.
Motivos de salud hicieron que su madre se trasladara con él a Inglaterra cuando solo contaba tres años y se suponía que su padre haría lo mismo, pero nunca ocurrió, pues falleció al año siguiente. Su infancia transcurrió en una villa del condado de Worcestershire y allí, sí, de manera mucho más decidida, podemos encontrar los bosques, las colinas los campos de cultivo y los molinos que tanto impregaron su obra y que no pueden ser disociados de La Comarca (The Shire, en inglés original).
Su madre Mabel se convirtió al catolicismo y ello generó un conflicto con el resto de la familia que, de filiación baptista, le retiró tanto a ella como a sus hijos toda ayuda económica. Pero Mabel está muy ligada a la formación de John y a lo que después será su obra, ya que no solo le introdujo a la fe católica, sino que además le enseñó a amar las plantas y a interesarse por la botánica, así como también el idioma latín, que motivaría en él un especial interés por las lenguas en general.
Lamentablemente, sin embargo, Mabel murió en 1904 y ello le dejó huérfano de padre y madre con tan solo doce años. Fue un sacerdote católico español quien ofició como su tutor y prácticamente le empujó a estudiar y escribir, tanto que Tolkien decía amar la lengua castellana aun cuando no haya quedado mayormente registrado en su obra.
El Padre de la Alta Fantasía
Con veintidós años le tocó participar de la primera guerra mundial y la vida en las trincheras le dejó largos problemas de salud. Es difícil rastrear ello en sus escritos, pero uno de sus hijos relacionaba fuertemente la parte de Moria o Khazad-dûm con la experiencia de tantas ciudades convertidas en tumbas que le tocó ver en esos años.
Lo curioso es que Tolkien comenzó a escribir solo para su círculo íntimo y no para el gran público. El Hobbit, que es su debut editorial (aunque no lo primero que escribió), no fue concebido para ser publicado, sino como relato infantil para sus hijos, pero fueron su amigo C. S. Lewis y una editora de libros a la que por casualidad le llegó la historia quienes le convencieron de publicarla en 1937.
Lo demás es historia bastante conocida y no quisiera ser reiterativo, pero fue la misma editora quien le insistió para ampliar ese universo y no ya como literatura infantil, sino adulta. Esa es la razón de que encontremos una prosa tan distinta al comparar El Hobbit con El Señor de los Anillos: hay, desde ya, una lógica evolución en su manera de escribir, pero además eran obras concebidas para diferentes públicos.
Habitualmente, Tolkien es considerado padre de la “alta fantasía” y ello puede llevar a controversia si se considera que ya Robert E. Howard, por ejemplo, había creado una mitología y un mundo propios en torno a su personaje Conan, incluso apoyándose en mapas ficticios para ubicar al lector en ese contexto de cierta raíz mitológica, pero inventado.
Pero Howard buscaba particularmente la aventura y sus personajes salían de peligrosas situaciones apelando mayormente a su fuerza física y en algunos casos a la magia. Tolkien crea un mundo infinitamente más complejo, cargado de connotaciones filosóficas y también sociales o políticas, por mucho que parezca una literatura de escape. Sus hobbits son la reivindicación de los pequeños campesinos de Inglaterra, en quienes veía no solo la verdadera esencia del país sino también el futuro, mucho más que en la geopolítica o en las aventuras imperialistas. Por el contrario, se enfrentan de algún modo a un “imperio” en expansión.
Más dudosas son las interpretaciones de quienes creen ver en su obra una crítica contra la Unión Soviética de Stalin, pues si bien era conocido su rechazo por el dictador, él afirmaba que los orígenes de su universo vienen de antes de la revolución rusa. Otros intentaron ver en los mitos nórdicos una reivindicación del nazismo (más aún por sus orígenes alemanes), sistema al que sin embargo despreciaba profundamente.
Lo grandioso de Tolkien es que inventa un universo por completo. Ello incluye una historia previa, recorrida especialmente en El Silmarillion (editado por su hijo de manera póstuma) y en la larga (y algo tediosa) introducción de la trilogía, pero también un árbol genealógico lingüístico al que dedicó especial atención. No solo se preocupa por darle, por ejemplo, un idioma a los elfos (con claras influencias galesas y finlandesas), sino que además construyó los orígenes del mismo y sus lenguas derivadas. Lo que se dice una genealogía completa…
El Legado
El universo creado por Tolkien ha influido y sigue influyendo. Decíamos al principio que su nombre está ligado para siempre a la literatura fantástica y, siendo más específicos, la fantasía épica es inseparable de él en los últimos setenta u ochenta años. Sus adaptaciones, por supuesto, son ya harto conocidas, habiendo transitado tanto la animación como el live-action, con una trilogía de películas que hizo historia, más otra que le hizo de precuela y una serie derivada, de cuya segunda temporada estamos a la espera y de la que pueden leer en esta web los análisis de un servidor.
Pero no es solo su obra, sino la que él ha inspirado. Qué duda cabe de la deuda que con ella tienen autores como Brandon Sanderson, Robert Jordan, George R. R. Martin, R. A. Salvatore o la dupla integrada por Margaret Weis y Tracy Hickman, solo por nombrar algunos. De hecho, les invito a leer nuestro artículo sobre los mejores libros de literatura fantástica de todos los tiempos. Incluso ha ejercido influencia en autores algo más alejados del género, pero que en algún momento también echaron mano de sus referencias o del homenaje a su universo y su estilo.
Es por ello que, volviendo al título que he dado a este artículo, debo concluir que lo de “50 años sin Tolkien” no es tan cierto. Está más presente que nunca: con su obra, con la de otros y con sus adaptaciones , así como cada vez que decidimos regresar a la Tierra Media, un mundo fascinante del cual es imposible salir una vez que entras…
Hasta pronto y sean felices.