Ha llegado a su cierre Sweet Tooth (El Niño Ciervo), serie original de Netflix basada en los cómics creados por Jeff Lemire que tiene como showrunner a Jim Mickle. ¿Ha sido un cierre satisfactorio? Para responder a esa pregunta, reseñamos y analizamos lo que nos ha dejado la tercera y última temporada, a la vez que hacemos balance de la serie en general.
Hola otra vez. Un año ha pasado desde nuestro último encuentro y aquí estamos nuevamente para analizar otra temporada de Sweet Tooth (El Niño Ciervo) que, en este caso y como en su momento había sido anunciado, es la última. Hay que decir que el tono de la misma ha estado más cerca de la oscuridad de los cómics de Jeff Lemire, aunque no sin cambios ni dejando de lado el sesgo optimista que la serie ha tenido a lo largo de sus tres temporadas.
Hemos sabido por fin cómo se originaron la enfermedad y los híbridos, así como también el porqué de que estén interconectados y quizás, después de todo, el apocalipsis no fuera tan apocalipsis ni el final tan final, sino el origen de un nuevo comienzo. Pero dejemos de hablar en enigmas y pasemos a ver lo que nos ha dejado esta tercera y última temporada de Sweet Tooth, no sin antes advertir que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA ni dejar de invitarles a echar ojo a nuestros análisis previos.
Análisis de Sweet Tooth (El Niño Ciervo), Temporada 1, en Netflix
Análisis de Sweet Tooth (El Niño Ciervo), Temporada 2, en Netflix
El Final es el Comienzo
Tal como se preveía al final de la segunda temporada, la tercera de Sweet Tooth está signada por el viaje que Gus (Christian Convery) y los suyos emprenden hacia Alaska en procura de encontrar a la madre del niño y quizás la respuesta a lo que está ocurriendo en relación con el virus que viene asolando a la humanidad y que pareciera tener que ver con una cueva con la que Gus ha soñado.
No son los únicos, pues si bien el general Abbot ya no existe, su lugar como villano principal es asumido en esta temporada por la señora Zhang (Rosalind Chao), dispuesta a acabar con los híbridos aun cuando su propia hija Rosie (Kelly Marie Tran) haya dado nacimiento a cuatro niños-lobo a los que ordenó colocar bozales y tratar como mascotas tras ser mordida por uno de ellos. A su vez, Ginger (Louise Jiang), hermana menor de Rosie, se halla también embarazada, pero la señora Zhang hará todo lo que esté a su alcance para evitar más nietos híbridos.
Alternándose con la historia principal, los flashbacks nos cuentan que todo se originó en 1911 con la expedición a Alaska del capitán Thacker (Joel Tobeck) que, a la búsqueda de la cura para una enfermedad degenerativa, dio con un secreto guardado en una cueva al que interpretó como la cura para todos los males de la humanidad pero que, sin embargo, acabó con su tripulación enferma y a la postre muerta, lo que hizo que su descubrimiento quedara allí hasta la llegada de Birdie (Amy Seimetz) y los de Fort Smith.
Con Rumbo Norte
Volviendo al presente, el grupo de Gus tiene un largo camino hasta Alaska y necesitan alimentos y ropas más abrigadas. Intentan conseguirlas en un antiguo casino abandonado, pero la realidad es que no está tan abandonado y allí vive un grupo de ancianos que han sobrevivien al apocalipsis jugando y apostando como si nada ocurriese.
Tras la negativa de estos a aprovisionarles, Gus apuesta a la ruleta a cambio de jarabe de sirope, pero no tiene suerte (eran treinta y siete posibilidades contra una), con lo que el grupo se queda sin jarabe ni provisiones. Una de las ancianas, no obstante, les pasa el dato de que, en un paraje costero denominado Nag´s Reef, un barco de refugiados está próximo a zarpar hacia Canadá para escapar a la peste, aunque alcanzarlo les implica desviarse demasiado y prefieren seguir por tierra.
El camino, como no podía ser de otra forma, es tortuoso: hay que atravesar las Rocallosas y el tiempo es inclemente, a lo que se suma una avalancha de la que escapan por milagro. En un antiguo puesto de las montañas, se encuentran para su sorpresa con el doctor Singh (Adeel Akhtar), quien, al igual que Gus, dice haber soñado con la misteriosa cueva de Alaska. Ello crea en el niño un sentimiento de identificación por lo que, a pesar del pasado de Singh, insiste en que le sumen al grupo por mucho que a Becky (Stefania LaVie Owen)y Jepp (Nonso Anozie) no les guste la idea.
No queda otra que intentar alcanzar el barco, pero ya han perdido demasiado tiempo y cuando llegan a la costa se encuentran con que ha zarpado hace algunas horas. Se ponen a restaurar un bote desvencijado con la idea de alcanzarlo (???), pero la mala noticia es que Zhao y los suyos les han seguido y, entre tiros y niños-lobo, se genera un altercado que acaba con el grupo separado…
Gus, Jepp y Singh logran subir al bote y, aun bajo fuego, echarlo a navegar; por suerte para ellos, el “tirador” de Rosie es lo bastante inepto como para no acertales siquiera una vez. Wendy (Naledi Murray) y Becky quedan en tierra: de la primera nada sabemos, mientras que la segunda es sorprendida y atacada por un niño-lobo al que no tiene más remedio que herir gravemente para sacárselo de encima. Aun así, termina atrapada y su destino no pinta bien, sobre todo después de que Rosie, presa de rabia, dolor e impotencia, se ve obligada a disparar a su hijo porque no pueden seguir adelante con él…
Capturada entonces Becky, los de Zhang intentan sacarle información sobre el destino de Gus y los demás, pero no suelta palabra hasta que, para su sorpresa, aparece su antiguo amigo Jordan ayudándola a escapar. Debería desconfiar de él (recordemos que en la segunda temporada, quedó decepcionado al enterarse que ella había sido líder del Ejército Animal que mató a sus padres), pero no lo hace y hasta le menciona en su ingenuidad que sus amigos van camino de Alaska. Está todo armado, desde ya: Becky es recapturada y la señora Zhang ya sabe qué rumbo tomar…
Barco Fantasma
Créase o no, los del bote terminan alcanzando el barco. Es cierto que no se aprecia actividad a bordo y parece a la deriva, pero hay que tener puntería para seguir exactamente la misma ruta de navegación. Pronto descubren que el pasaje ha sido muerto por el virus, tal como lo atestigua la cantidad de muertos sobre cubierta y la presencia de las misteriosas flores moradas.
Dada su inmunidad, Gus deja a Jepp y Singh bajo aislamiento y va en busca de la sala de máquinas para intentar volver a poner en marcha el barco. Allí encuentra la bitácora del capitán y se entera que los pasajeros prefirieron morir en alta mar a llevar el virus a tierra. También logra contactar por radio a un único sobreviviente que se compromete a explicarle cómo reiniciar el barco si se encarga de eliminar todo vestigio de la peste a bordo.
En escena de lo más inverosímil, el niño consigue por sí solo echar todos los cuerpos por la borda y el hombre le indica entonces cómo reiniciar el barco y poner rumbo a Alaska. Pero pronto nos enteramos que él también está condenado y su muerte era cuestión de tiempo, así que, sumándose al resto, se quita la vida arrojándose al agua…
El Hombre Caribú
En Alaska, hay encuentro con Siana (Cara Gee), quien es amiga de Birdie y viaja en compañía de su hija, una niña híbrida de zorro llamada Nuka (Ayazhan Dalabayeva). Tienen en su poder el diario de Thacker, pero ni idea de cómo llegar a la cueva, por lo que Gus debe guiarse por sus sentidos de ciervo, que lo llevan hacia un latido que, para su sorpresa, corresponde a un híbrido adulto de caribú que responde al nombre de Munaqsiri. Por primera vez, Gus se anoticia de que hay híbridos mayores que él: uno al menos…
Hijo del primer oficial de Thacker y de una nativa local, el hombre caribú tiene más de cien años de edad y ha sido el primer híbrido en nacer y por bastante tiempo el único, al menos hasta que la enfermedad fuera diseminada. Fue concebido luego de que Thacker descubriera en una cueva el árbol con “la sangre de la tierra”.
Para él, el problema son los humanos y la enfermedad la solución. No cree en ellos y aconseja a Gus no ir a la cueva y dejar en cambio que las cosas sigan simplemente su curso. El niño, en cambio, dice que no todos los humanos son iguales y que entre ellos hay quienes le ayudaron.
Un Mundo Nuevo
La reunión es interrumpida violentamente por Zhang y los suyos. Los niños-lobo se arrojan sobre Gus, que es salvado por Munaqsiri, pero a costa de heridas que le dejan grave y agonizante. Antes de morir, no obstante, guía al niño hasta su madre, a quien él mismo salvó de perecer congelada al llevarla a la misma iglesia en que, por decisión propia y escapando de la humanidad, estuvo recluido durante más de un siglo. Será lo último que haga…
El esperado encuentro es desde ya emotivo y Birdie conoce además a Jepp, quien en definitiva ha hecho posible que madre e hijo estén juntos. Pero ella prefiere hacer caso al hombre caribú y no ir a la cueva para que la naturaleza siga su curso, postura acompañada por Jepp aun cuando pueda implicar su propio final y quizás el de la humanidad como se la conoce.
Gus, sin embargo, está convencido de que la cura está en esa cueva que soñó y en donde Thacker, hace más de un siglo, cometió el error que generó todo y que puede ser subsanado. El viaje, una vez más, es complicado: hay que atravesar un río helado y un túnel repleto de flores moradas por fortuna congeladas e inermes, pero las bengalas están derritiendo el hielo y deben por lo tanto darse prisa.
En el domo central hay un gran árbol, cuyas ramas semejan astas de ciervo y recuerdan a la cornamenta de Gus. Tiene incrustada un hacha: así fue como Thacker desencadenó el problema y liberó la “sangre de la tierra”. Hay dilema ético: quitarla podría acabar con la enfermedad pero también con los híbridos, mientras que dejarla podría hacer que estos vivan, pero acabar con la humanidad, sacrificio que tanto Birdie como Jepp están dispuestos a hacer.
De todas formas, no hay tiempo para pensar mucho porque los de Zhang ya están allí y con ellos Singh, que ha sido capturado pero, en uno de sus clásicos cambios de bando, les ha servido de guía. Resulta que el plan de él es otro, pues en su sueño las cosas se resolvían diferente que en el de Gus y era el sacrificio del niño lo que recomponía todo y devolvía la naturaleza a su curso.
Pero cuando quiere matar al niño, Jepp se interpone y a su vez Birdie delante suyo, lo que hace que sea ella quien reciba la fatal cuchillada. Gus no tiene consuelo, pero su madre, antes de morir, le expresa que no se arrepiente.
Singh está lleno de culpas: siempre creyó que matar al niño era una necesidad, pero no algo que quisiera hacer y, mucho menos a su madre. Zhang comete el error de pretender animarle invocando el nombre de su esposa Rani, pero solo consigue enfurecerlo, pues fue su obsesión con la cura lo que hizo que ella le abandonase. Todos luchan contra todos y Zhang hiere con cuchillo a Jepp para después quitar el hacha del árbol.
El efecto es el contrario del esperado. Todos los humanos allí presentes comienzan a contraer la enfermedad, lo cual se evidencia en el temblor del dedo meñique. Gus se ve transportado a un bosque astral en donde habla con su padre y este le da la solución definitiva. Al volver en sí, echa con una antorcha fuego al árbol, que comienza a arder mientras la cueva se desmorona.
Singh muere aplastado, pero el resto logra más o menos salir, aunque con Jepp muy malherido. La enfermedad ha desaparecido y los enfermos sanado, pero los híbridos siguen allí: no eran opciones contrapuestas como parecía. La respuesta definitiva llega cuando Ginger da a luz un híbrido de foca: siguen, por lo tanto, naciendo híbridos o, mejor dicho, solo nacerán híbridos de allí en más. El mundo futuro les pertenece y los humanos sobrevivientes serán los últimos de la especie.
Aparece entonces a rostro completo el narrador al que hemos oído a lo largo de toda la serie (James Brolin) y nos encontramos con la sorpresa de que luce una cornamenta sobre su cabeza. Era, por lo tanto, al propio Gus a quien, ya mayor, oíamos narrar en off episodio tras episodio y, de hecho, el relato se lo está contando a un grupo de niños híbridos. Ya no hay humanos, pero Gus no vacila en recordar con emoción a los que quedaron atrás para que el nuevo mundo fuera posible…
Balance Final
Ha terminado Sweet Tooth y hay que decir que la temporada final, como decíamos al principio, se ha acercado algo más al tono oscuro del material de origen. Ello no significa que no tenga sus diferencias: el cierre es bastante más optimista y la mitología inuit pasó prácticamente de costado, mientras que en los cómics era mucho más decisiva, siendo el hombre caribú, por ejemplo, encarnación del dios Tekkeitsertok. Los niños-lobo, asimismo, no son en los cómics hijos de Rosie y están desde un principio al servicio del general Abbot, mientras que aquí entran en escena con él ya muerto.
Amén de todo ello, esta tercera temporada ha mostrado algunos de los mismos problemas de las anteriores e incluso tenido menos ritmo que la segunda, pero la conclusión es lo suficientemente satisfactoria más allá de algunas preguntas: no se sabe, por ejemplo, si Jepp terminó sobreviviendo a sus heridas o, en caso de haber vivido, cuánto tiempo más lo hizo o si simplemente murió de viejo. Tampoco sabemos por qué el hombre caribú vivió durante tanto tiempo o si ello tiene que ver con una mayor longevidad de los híbridos.
Lo que queda claro es el tono ecologista: en lo que es una crítica al mundo actual y al modo en que tratamos nuestro planeta, los híbridos terminan siendo metáfora de una comunión entre humanidad y naturaleza que debería dar lugar a un nuevo mundo. Hay que decir, eso sí, que para llegar a ello y que el mensaje se vea claro, se estereotipó en exceso a algunos personajes, presentando como buenos a todos los híbridos sin excepción y como viles y desalmados a los villanos humanos, de los cuales solo unos pocos, como Singh o Rosie, mostraron algún matiz.
Hay asimismo inverosimilitudes de las que ya hemos hablado, como los reiterados encuentros casuales o Gus echando cadáveres por la borda sin ayuda de nadie. Y no se escatima en lugares comunes: la reunión cumbre en la cueva, con todos los bandos en pugna allí presentes, es un clásico de las películas de aventuras al estilo Indiana Jones, como también que el lugar se venga abajo una vez hallado lo que tanto buscaban.
Pero el final es lo suficientemente emotivo como para dejar de lado algunas de esas cuestiones y darle a la serie un aprobado final aunque no le sobre mucho y sin dejar, por supuesto, de destacar, las impecables actuaciones del niño Christian Convery y del “grandote” Nonso Anonzie, así como también de la siempre magnífica Cara Gee, a quien ya hemos visto brillar como Camina Drummer en The Expanse (aquí nuestros análisis).
Por último, ¿es realmente el final? Pues todo pareciera indicar que sí, aunque el éxito de la serie y la buena respuesta de la crítica alientan en los fans esperanzas de algún spin-off, como en su momento dejó deslizar el showrunner Jim Minkle, aunque aclarando, desde ya, que todo dependía de Netflix. En lo personal, sin embargo, creo que la historia ya está contada y no ha tenido un mal final, por lo que lo mejor sería dejar la cosa así…
Hasta la próxima y sean felices…