De la mano del prolífico Joss Whedon y a través de HBO nos llega The Nevers, interesante propuesta en formato steampunk que intriga e impacta visualmente aunque, al menos en su episodio piloto, peca de exceso de personajes.
HBO acaba de estrenar The Nevers, serie creada por Joss Whedon, quien, sin embargo, ya se desvinculó de la misma. El realizador, por cierto, no afronta días fáciles: no solo debe soportar que confronten negativamente su versión de la Liga de la Justicia con el recientemente estrenado corte de Zack Snyder sino, además, enfrentar las acusaciones de maltrato verbal y laboral que le ha hecho la actriz Charisma Charpenter y que vienen de los tiempos de Buffy, Cazavampiros. Para colmo de males, Sarah Michelle Gellar, estrella principal de la misma, salió en apoyo de su ex compañera de elenco.
Pero más allá de cualquier pasado o presente conflictivo, no es secreto que Whedon es un realizador prolífico y talentoso que nos ha dejado no solo la mencionada e icónica serie de los noventa sino también Firefly, de las mejores de ciencia ficción que se hayan hecho (aquí el artículo de mi compañero José) y que, tristemente, durara solo una temporada aun cuando la historia tendría su cierre con el filme Serenity (aquí mi retro-análisis del mismo). Y eso, desde ya, sin dejar de mencionar las dos primeras películas de Avengers.
En este primer episodio, por lo pronto, oficia como showrunner, director, escritor y productor.
The Nevers está ambientada en la Londres de finales del siglo XIX, ese período al que tan bien Charles Dickens definió como el mejor y el peor de los tiempos, en el que convivían la locura y la razón, la fe y la incredulidad, todas contraposiciones que bien se ajustan a la historia y el mundo aquí planteados.
No es que sea un alegato social: es una trama de misterio detectivesco mezclado con ciencia ficción en donde el ambiente dickensiano se conjuga con elementos que remiten a novelas de Arthur Conan Doyle o Mary Shelley con algún toque de H.G.Wells. Todo muy británico, aunque la serie sea americana…
Sin más, pasamos a analizar el episodio piloto de esta primera temporada, el cual lleva por título Tocadas. Cumplo en advertir que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA.
Fin de Siglo
La historia comienza en agosto de 1896 con una sociedad desigual e impactada por el advenimiento de la segunda fase de la revolución industrial. Una mujer intenta suicidarse arrojándose (supongo) al río Támesis, pero algo indefinido hace que vuelva a la superficie mientras todos miran hacia arriba.
Se trata de Amalia True (Laura Donnelly), quien, tres años después, vive y trabaja en un orfanato que reúne a mujeres afectadas por lo que sea que haya ocurrido aquel día y a las que se conoce como “tocadas”.
Ese hecho las ha convertido en portadoras de habilidades especiales, diferentes para cada caso y que a Amalia le permiten ver el futuro a través de destellos o visiones fugaces, en tanto que su amiga Penance Adair (Ann Skelly) es, en cambio, capaz de manipular la electricidad y, además, un genio de los inventos. Como dato curioso, ambas actrices que las interpretan son irlandesas (una del norte).
Junto a ellas, conviven en el instituto otras mujeres con distintas habilidades y hasta una niña gigante.
El lugar funciona como una especie de refugio en donde encuentran contención las tocadas que suelen ser víctimas de prejuicio y rechazo social e incluso vistas como brujas o como peligro para la seguridad del Imperio, tal como lo manifiesta el político ultraconservador Lord Massen (Pip Torrens), defensor acérrimo de la “pax británica” que ha vuelto bastante paranoico de la guerra anglo-bóer. De un modo diferente, también está “tocado”.
Al frente del orfanato se encuentra Lavinia Bidlow (Olivia Williams), ricachona filántropa que oficia como especie de Charles Xavier en versión femenina y decimonónica; hasta usa silla de ruedas: ¿homenaje?
A Todo Gas
Myrtle, una niña de origen humilde, ha despertado en su casa hablando un galimatías que mezcla chino, turco y ruso, lenguas que jamás escuchó en su vida. Enteradas de ello, Amalia y Penance se acercan al lugar para persuadirla tanto a ella como a su familia de que las acompañe a la fundación, no solo para estar protegida sino también para encauzar y desarrollar posibles habilidades, pues está claro que es una tocada.
Durante el viaje hacia el instituto, el carruaje en que la llevan es atacado por misteriosos jinetes enmascarados, pero en una escena de persecución épica y mientras los atacantes descubren con sorpresa que el conductor es un robot, el carruaje se deshace y, cual moto de Batman, surge de su interior un carro motorizado (un automóvil, bah), con el cual, a pesar de ser un prototipo aún no probado, Amanda y Penance consiguen escapar de la escena y llegar al orfanato con la niña.
La Asesina del Diablo
Paralelamente, en una Londres aún conmocionada por los crímenes de Jack el Destripador, está teniendo lugar una nueva oleada de muertes a cargo de una asesina serial llamada Maladie (Amy Manson).
Luego sabremos que esta ha sido también tocada por el incidente de tres años atrás mientras era guiada hacia un instituto psiquiátrico: puede inferirse de ello que lo que sea que afectó al resto, tuvo sobre su mente un efecto todavía más drástico, quizás por estar “tocada” de antes.
Muchas de sus víctimas, incluso y en probable relación directa con su pasado, suelen ser psicoanalistas o psiquiatras. Lo suyo, sin embargo, parece más que mera psicosis: se presenta como una cuestionadora del sistema y hasta da un golpe maestro durante una puesta teatral del Fausto de Goethe apareciendo en escena acompañada por un sujeto de brazo mecánico símil ametralladora giratoria y una mujer que, de manera espontánea, produce bolas de fuego con sus manos.
En un acto cargado de simbolismo y mientras secuestra, por alguna razón, a la cantante Mary Brighton (Eleanor Tomlinson), degüella en público al propio Mefistófeles como si lo hiciese con la clase alta británica o, de modo más general, con el sistema mismo: ¿qué mejor encarnación que la figura del diablo?
El Gran Pez
¿Pero en qué consistió aquel hecho de tres años atrás que tanta cola ha traído? Pues sobre el final del episodio un flashback nos pone al tanto de que ese día una especie de gran nave pisciforme apareció en el cielo londinense y, por lo que se ve, ha tenido que ver con la proliferación de las tocadas.
¿Estamos en presencia de alienígenas? Todo pareciera indicar que sí, aunque aún no sabemos si las tocadas son personas transformadas por ellos o bien alienígenas simbiontes o algo por el estilo. De hecho, cuando un bandido marginal, cuchillo en mano, amenaza a Amanda con tajearle a cuchillo el rostro, ella le replica que ese no es su rostro de todas formas.
Éramos Pocos…
¿Hay más personajes? Sí que los hay, tal el caso de Hugo Swann (James Norton), joven aristócrata de tendencia sexópata que administra de forma secreta un club nocturno y gusta de practicar el chantaje.
O su amigo Augustus Bidlow (Tom Riley), el retraído hermano de Lavinia que, además, tiene cierta fascinación por los cuervos y pareciera, de hecho, estar su don especial ligado a las aves: pronto sabremos que ello guarda relación con aquel episodio de tres años atrás, descubriendo así que también hay tocados.
Un ejemplo es el doctor Horatio Cousens, médico capaz de curar por cuenta propia. En sus antípodas tenemos al doctor Edmund Hague (Denis O´Hare), cirujano de ética muy distinta y proclive a despiadadas prácticas de lobotomía, infaltables en la Inglaterra victoriana.
También hay un sujeto al que apodan El Rey Pordiosero (Nick Frost) y que oficia como líder del bajo mundo londinense. O el detective Frank Mundi (Ben Chaplin), de carácter obsesivo y propenso al alcohol pero también recto y aferrado a sus principios, quien anda tras los horrendos crímenes que vienen teniendo lugar en Londres.
¿Demasiados personajes para un episodio piloto? Diría que sí.
Balance del Episodio
El arranque promete y no es poco. De la capacidad de Whedon nadie duda y la serie está más que lograda desde lo visual y escénico. La Londres victoriana está muy bien recreada y la fotografía ayuda a impregnarla de una fina atmósfera de misterio, mereciendo asimismo especial mención los magníficos diseños de ingenios y máquinas, tales como el auto con el que escapan de los enmascarados (quiero uno) o la maravillosa nave en forma de pez mezcla de surrealismo y art nouveau: buen ejemplo de cómo podrían haber imaginado a las naves alienígenas en aquel entonces.
Es que, básicamente, se trata de una historia en clave steampunk en la cual conviven tecnologías anacrónicas, teniendo ciertos puntos de contacto con Carnival Row, la serie de Prime Video (aquí el análisis de mi compañero Juanma): no es algo nuevo para Whedon, quien ya en Firefly había jugado con los anacronismos en un contexto de western futurista.
La trama, de momento, nos crea intriga en la medida en que aún no sabemos qué ocurrió exactamente con aquel incidente o quiénes son los enmascarados, así como a qué se refirió Amanda al decir que ese no era su rostro.
Las actuaciones lucen convincentes, destacándose en este episodio piloto muy especialmente Amy Manson (vaya apellido que le tocó cargar para interpretar a una asesina psicótica).
El problema, tal como lo dije antes, es que se optó por presentar demasiados personajes en el inicio, lo cual puede crear cierta confusión y más aún cuando se trata de un formato semanal en el que debemos aguardar siete días hasta el siguiente episodio. Quizás hubiera sido preferible comenzar con un episodio doble: por cierto, son seis en esta primera mitad de temporada, que sale cortada por pandemia.
Mención aparte merece la soberbia banda sonora, mayormente apoyada sobre cuartetos u octetos de cuerdas.
En fin, tal como dije, la historia promete y nos queda aguardar a la siguiente entrega para ver si realmente se encamina o, por el contrario, se termina de perder en una confusa maraña entre tantos personajes.
Ya veremos con qué nos encontramos la próxima semana. Hasta entonces y sean felices…