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Análisis psicológico de Joker: Folie a Deux (2024). Sobre violencia, amor y enfermedad mental.

Ha sido el fracaso del año. No ha recaudado ni la quinta parte de Joker. No ha optado (ni, probablemente, optará) a ningún premio. No paran de salir declaraciones de los miembros del equipo criticando el rodaje y a su protagonista. Y no hay casi nadie que defienda Joker: Folie a feux, la secuela de una de las películas más impactantes de los últimos años.

Esta no es una crítica de la película, que para eso ya tenemos el maravilloso artículo de Juanma para esta sacrosanta web. Más bien es un intento de análisis psicológico tanto de la película en sí como de sus dos protagonistas.

Análisis psicológico de la personalidad de Joker, de Joaquin Phoenix

Análisis psicológico de Vengadores: Endgame. Heroísmo, pérdida y resiliencia. 

Análisis psicológico de American Psycho. Psicopatía vs Psicosis.

Análisis psicológico de Shutter Island. Sobre psiquiatría y delirio. 

Análisis psicológico sobre Spiderman: la última cacería de Kraven.

Análisis psicológico de Thor: Love and Thunder. Sobre la defensa maníaca en la depresión

Análisis psicológico de Mi reno de peluche. Lo que hacemos por un poquito de amor. 

Hitchcock y sus madres. Que viva la represión. 

Comenzamos.

DE DÓNDE PARTIMOS.

No me voy centrar mucho en analizar psicológicamente al Arthur Fleck de Joker, que para eso tenéis el vídeo correspondiente que os dejo aquí.

Por resumir las conclusiones, Arthur Fleck podría ser considerado, desde el punto de vista de los manuales diagnósticos actuales, un trastorno esquizotípico de la personalidad que sufre un episodio psicótico a raíz del continuo maltrato que sufre por distintas figuras de la sociedad, así como también de abandonar su medicación.

Dicho de otro modo y por aclarar, Fleck es una persona con una peculiar forma de relación con el mundo, probablemente por los abusos a que se vio sometido de pequeño, a la relación con una madre capaz de tolerar los mismos y a una extraña condición médica, la epilepsia gelástica, pequeñas descargas neuronales en forma de risa que se desencadenan, sobre todo, en circunstancias estresantes. Todo ello le convierte en un ser inapropiado, frágil y, pese a todo, convencido de que se trata de alguien especial destinado a hacer reír a todo el mundo.

Y claro, cuando la sociedad machaca continuamente a esta persona, la catarsis en forma de violencia le libera, le hace sentirse bien. Se vuelve especial al convertirse en un líder anarquista al que los maltratados por la sociedad buscan seguir ciegamente. Y eso que a él no le importa liderar. Solo quiere hacer reír.

Así, Joker fue una película de transformación, de ascenso. De cómo un hombre roto solo puede encontrar su bienestar en la violencia porque la sociedad no le deja otra opción.

Rápidamente, el personaje se convirtió en un icono al que idolatrar. Y aparecieron los primeros mensajes relacionando a la película con la salud mental. Porque mucho visibilizar la enfermedad mental, pero parece que Arthur Fleck es capaz de matar solo porque está enfermo. Y la realidad clínica es que la inmensa mayoría de los enfermos mentales graves no solo son menos violentos que la población general, sino que, llegado al extremo, se suicidarían antes que dañar a aquellos que le destrozan la vida.

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En ese sentido, aunque Joker es una gran película desde lo artístico, resulta nefasta en su representación de la enfermedad mental y, sobre todo, en la relación entre esta y la violencia, un cliché más falso que un Judas de plástico. Todos los estudios realizados objetivan que la incidencia de violencia en la enfermedad mental es igual o menos frecuente que en la población general.

Tras estas consideraciones, llegamos a Joker: Folie a deux, una película que nadie pidió. Ni siquiera su director y su actor protagonista, que insistieron una y otra vez durante la promoción de Joker en que esta era una historia cerrada y no se contemplaba una secuela.

Lo de historia cerrada es cierto. Porque Joker es una crítica impactante a una sociedad cada vez más egoísta y deshumanizadora que puede terminar en un estallido de violencia de aquellos desfavorecidos por los ricos.

Lo de que no se contemplaba una secuela… con dinero, todo puede contemplarse.

ADÓNDE LLEGAMOS

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Llegados a este punto, a Todd Phillips y Scott Silver, guionistas de la primera película, se les presentaba el reto de cómo afrontar una segunda parte. Lo cómodo hubiera sido continuar por la senda de la primera película, ofrecer un más y mejor. Lo más esperado y previsible. Hay que reconocer a los guionistas la valentía de la trama de Joker: Folie a Deux. Aunque no les haya salido bien.

Si Joker es una historia de ascenso y construcción, Folie a Deux es su reverso. Una trama profundamente triste de descenso y destrucción.

Lo primero, el título. Equívoco a dos niveles.

En primer lugar, por su sentido clínico. Folie a deux es el término psicopatológico de lo que se conoce como delirio compartido, una extraña condición clínica en la que dos sujetos comparten el mismo delirio, ya sea porque uno lo ha impuesto sobre el otro o porque se desarrolla en los dos a la vez. Lo más frecuente es que esto ocurra entre dos personas que conviven.

Esta característica se da entre Arthur y Lee, pero es lo único que coincide con una folie a deux. ¿Por qué digo esto? Porque desde que conocimos a Arthur Fleck en Joker, él solo ha delirado con la historia de amor inexistente con su vecina. Además, un delirio poco fiel a lo clínico. ya que es capaz de criticarlo en esta secuela. Por simplificarlo mucho, un delirio es una idea absurda, increíble e irrebatible a la razón. Si tenéis interés en profundizar en el concepto, aquí tenéis mi análisis psicológico de Shutter Island. 

Ni el auge de la figura del Joker ni el asesinato de Murray ocurren en un contexto delirante, sino en una reacción agresiva a una sociedad que le maltrata. Es decir, a un ojo por ojo efectuado con la particular visión del mundo de Arthur Fleck.

En este sentido, Lee es una seguidora más de los actos violentos y no delirantes de Fleck, por lo que no existe una folie a deux entre estos dos personajes.

Lo segundo, que esto da pie a pensar que la película va a consistir en un incremento de las acciones violentas de Fleck, esta vez acompañado por Lee. Como sabéis, nada más lejos de la realidad.

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Sobre Fleck ya hablé en el análisis psicológico de la primera película. Lo más llamativo a nivel clínico es la desaparición de esa epilepsia gelástica. Apenas aparece la risa en Folie a deux. Y eso que, teniendo en cuenta que Fleck lo pasa todavía peor que en la primera película, su risa debería estar más presente si cabe.

A nivel narrativo, todas las acciones de Fleck en la primera película se examinan y cuestionan  en una de las decisiones más arriesgadas y fallidas del cine reciente. Porque, por peligroso que me parezca el mensaje de Joker en su asociación entre violencia y enfermedad mental, dejaba a la imaginación y al debate de los espectadores el explicar las acciones de Arthur Fleck.

Folie a deux es un retroceso, un tirar la piedra y esconder la mano, porque hace volver al redil tanto al protagonista como a nosotros mismos. No es que la sociedad sea tan mala que la única manera de obtener una liberación por parte de los oprimidos sea a través de la violencia (hola, Revolución Francesa); es que el pobre Fleck tiene doble personalidad y, como está enfermo, se atrevió a liberarse. Si Joker todavía dejaba alguna posibilidad de que la violencia fuera desatada por la ira, Folie a Deux arrasa con ello afirmando que fue iniciada por la enfermedad. Nuevamente, todo comportamiento que se desvíe de lo socialmente aceptable se debe a la enfermedad. Ya sea violencia, condición sexual o ideología política. Una afirmación que se debería haber superado hace años.

Fleck no tiene personalidad múltiple. Y ni siquiera hablo de que este es uno de los trastornos más estereotipados del cine, ya que su existencia clínica está puesta en duda. Sino que tampoco da muestras de ello en la película. El protagonista no presenta amnesia de los episodios en los que “el Joker” (su supuesta otra personalidad) toma el control. En todo momento, Fleck es consciente de sus actos e incluso decide, en un giro de guión bastante arbitrario y porque sí, despreciar sus actos violentos y aceptar una vida de miseria en prisión.

Y esa es otra. No hay manicomio en el cine en el que no se trate a las personas de forma indigna. No hay un médico que atienda a Fleck e incluso uno de los guardias le agrede sin venir a cuento. Un funcionamiento que tal vez se atenga a los manicomios de hace un siglo, pero no a las instituciones psiquiátricas de las últimas décadas.

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Lo único positivo que le ocurre a Arthur es su relación con Lee. Desde el punto de vista psicodinámico, el protagonista tiene un funcionamiento psicótico en sus relaciones. Es decir, no concibe la escala de grises. El amor de Lee, ese sentir que alguien le necesita, supone la totalidad de su existencia. Y claro, si lo pierde, se queda sin nada.

En cambio, Lee funciona de forma neurótica. Por su forma de actuar durante la película, podemos plantearnos un diagnóstico dentro de los trastornos de personalidad del cluster B: límite, histriónico o, incluso, antisocial (es decir, psicopático).  Es una mujer de familia rica que admira los actos transgresores del Joker sin imaginarse que estos no proceden de un gran líder anarquista, sino de una persona rota a la que no han parado de maltratar en toda su vida. Ella, como el resto de seguidores de Arthur o, incluso, nosotros mismos, solo quiere que el Joker continúe su camino de destrucción. Quiere caos y fama. Y cuando ve que Arthur se niega a continuar, lo abandona. Como nosotros.  Sus actos están medidos y controlados durante toda la película. Lee es alguien que sabe lo que hace en todo momento.

Lo que sí considero bien reflejado es, precisamente, el efecto que tiene el amor en una persona con estructura psicótica. Esa sensación de felicidad omnipotente, de tenerlo todo, de encontrar un sentido. Algo parecido al lactante cuando obtiene el alimento del pecho de su madre. Una sensación trágica porque la felicidad, la omnipotencia o el sentido de la vida no pueden depender de una sola persona. Como ese lactante del que hablamos, tarde o temprano el vacío llegará porque una sola persona no puede nutrir toda la vida del individuo.

En definitiva, Joker: Folie a deux es una película fallida en muchos sentidos. Valoro el riesgo que han querido tomar los guionistas de la película, pero no todo riesgo que se toma termina bien. A nivel psicológico, la película resulta tan perjudicial como la primera. Es responsabilidad del espectador el disfrutar (o no) de la misma sin dejarse invadir por el tan falso como peligroso prejuicio de que un enfermo mental es violento.  Porque la violencia no es enfermedad. La violencia de Arthur Fleck es tan humana como el amor que siente por Lee.

¡Un saludo y sed felices!

¡Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!

Fernando Vílchez
Fernando Vílchez
Comecocos. Intento aprender como si viviera para siempre y vivir como si hoy fuera mi último día...con las cosas que me hacen feliz.
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