InicioSeriesAnálisis de La casa del dragón. Temporada 2. Capítulo 2.

Análisis de La casa del dragón. Temporada 2. Capítulo 2.

Dos años después de su impactante final, volvemos a Poniente y al universo ideado por la mente maestra de George R. R. Martin. En un mundo dominado por Netflix, el fenómeno televisivo (junto a Perdidos) del siglo XXI fue la fantasía épica con dejes de telenovela familiar Juego de Tronos. Ahora es el turno de La Casa del Dragón, precuela centrada en los Targaryen.

En Las cosas que nos hacen felices somos muy aficionados al mundo creado por George R. R. Martin, como se puede comprobar con todos nuestros artículos.

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Volvemos a reencontrarnos dos años después en La Casa del Dragón. HBO ha necesitado el doble de tiempo para esta temporada que el que empleaba en Juego de Tronos.

Mientras que la primera temporada se centraba en el germen de la Danza de Dragones entre la facción de los Verdes, afincados en Desembarco del Rey, y los Negros, situados en Rocadragón, esta segunda temporada da inicio a la verdadera Danza de Dragones, la guerra civil Targaryen que sacudió Poniente.

A PARTIR DE AQUÍ, SPOILERS DEL SEGUNDO EPISODIO DE LA CASA DEL DRAGÓN

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LOS VERDES: CUANTO MÁS ACELERO, MÁS CALENTITO ME PONGO.

La noticia de la muerte de Jaehaerys supone un previsible mazazo al bando de los Verdes. Su padre es un mal gobernante azuzado por el dolor del asesinato de su heredero. Su madre, una mujer extraña con ciertos poderes adivinatorios y destrozada no solo por la muerte de uno de sus pequeños, sino también por haber tenido que elegir a cuál de ellos iban a ejecutar Sangre y Queso.

En este páramo de dolor, solo Otto Hightower, bisabuelo del fallecido, tiene la capacidad de sacar provecho en la más que probable Guerra Civil. Un cortejo fúnebre para hacer ver al pueblo que Rhaenyra es una mujer capaz de asesinar a un bebé con tal de obtener un trono.

Sin embargo, por más que Otto sea un político más que digno (y, por tanto, una persona que no da cuenta de los sentimientos de sus propios nietos), no es capaz de controlar los impulsos de su nieto el rey, que cuelga de las murallas de la ciudad a todos los cazarratas, suprimiendo la atracción que el pueblo comenzaba a sentir por el bando de los Verdes.

En un momento de desbordamiento, Otto desprecia a su nieto y valora la contención de la que hacía gala el fallecido Viserys. Aegon termina desplazándole y nombra Mano del Rey a Ser Criston Cole, un hombre de acción pero también el más resentido de todo Poniente.

De hecho, Cole ya ha dado órdenes por su cuenta.  Sintiéndose culpable por haber fallado en sus deberes como guardián de la familia real (estaba en la cama con Alicent), proyecta la culpa que siente en odio hacia Ser Erryk (¿o Arryk?) y le insta a infiltrarse en Rocadragón aprovechando el parecido con su hermano y matar a Rhaenyra.

Otto es aconsejado por Alicent para irse a Altojardín con la esperanza de que ella pueda convencer a Aegon de que vuelva a ser Mano. Pero lo cierto es que, por mucho que su padre sea la voz políticamente razonable del consejo de los Verdes, la ambivalente Alicent se encuentra más cómoda sin la presión de su padre y con su amante Cole como Mano del Rey.

LOS NEGROS: FRENA, QUE NOS EMBALAMOS.

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Durante todo el primer capítulo asistimos a una Rhaenyra tan rota de dolor que solo esgrime una frase durante todo el episodio, pidiendo la muerte de Aemond.

En este segundo capítulo volvemos a ver a la Rhaenyra de siempre, desconcertada por el asesinato de su sobrino (recordemos que Haelaena y Aegon son sus hermanos). Queda claro que Daemon se propasó en las órdenes que dio, no tanto por fidelidad absoluta a Rhaenyra sino porque, en esta guerra de madres, él ha sido el gran perdedor, el candidato caído, uno en el que no confió su propio hermano Viserys por su mal juicio. Junto con Aemond, Daemon es el personaje más impredecible (y peligroso) de la serie.

Tras una discusión con Rhaenyra, Daemon se marcha no se sabe bien dónde, perdiendo (por el momento) un activo valiosísimo en su guerra.

Posteriormente, Rhaenyra está a punto de ser asesinada por Arryk (o Erryk) si no llega a ser por la intervención de Mysaria, que avisa al otro hermano gemelo. Ambos se baten en duelo y acaban muertos, con Rhaenyra viva en plena escalada de violencia entre ambos bandos.

IMPRESIONES

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La Casa del Dragón mantiene firme su camino. Es una serie tremendamente sólida en su producción y en las interpretaciones de sus actores. El ritmo está más que estudiado. En todos los episodios ocurren giros y situaciones que nos hacen pensar en una explosión de violencia.

Sin embargo, la serie es fiel reflejo de cada uno de los bandos. Ambos tienen grandes estrategas políticos y psicópatas a lomos de dragones enormes. Pero no vemos ni grandes maniobras diplomáticas ni asesinatos en masa. Algo así ocurre con La Casa del Dragón. Tiene todo para emocionar, pero no lo consigue.

Es cierto que la serie ha ganado en concreción con respecto a Juego de Tronos. El mensaje es claro: lo absurdo de la guerra, ejemplificado en la pelea entre ambos hermanos gemelos, que se quieren pero se matan por los problemas de una familia concreta que nada tiene que ver con ellos.

Pero, por otro lado, la pelea entre ambos no emociona. Primero, por la propia coreografía. Atrás quedan la pelea entre Bronn y Ser Vardys en la primera temporada de Juego de Tronos o la de Oberyn Martell contra la Montaña. Mucho corte para disimular las carencias de esgrima de los gemelos actores.

Segundo, y más importante, no emociona porque no conectamos con los personajes. Probablemente el mayor mérito de Juego de Tronos es que se basaba en la obra magna de George R.R. Martin, un maestro de los diálogos capaz de hacernos conectar con personajes que aparecían muy poco. De hecho, lo menos interesante de su Canción de Hielo y fuego eran los personajes principales. Juego de Tronos eran Meñique, Jaqen H’Qar u Oberyn Martell. Personajes que aparecían minutos contados pero cuya personalidad nos dejaba con la boca abierta.

No hay que olvidar que La Casa del Dragón está basado en un libro “histórico” de George R.R. Martin y, con ello, los guionistas no tienen ni la mitad de material del autor que Benioff y Weiss tenían en Juego de Tronos. Y esto se traduce en que La Casa del Dragón es una serie centrada en muy pocos personajes bien construidos (Rhaenyra, Alicent, Daemon, Otto, Criston Cole, Aegon y Aemond) y el resto importa poco.

Por ejemplo, los hermanos gemelos apenas han sido trabajados durante la serie. De hecho, probablemente la secuencia más larga en la que ha intervenido uno de ellos sea en el mismo episodio de su muerte.

Algo parecido con Haelaena, que apenas tiene presencia durante toda la serie, por lo que no conectamos tanto con su dolor como lo haríamos con el resto de personajes.

En definitiva, La Casa del Dragón es una serie sólida y entretenida, pero lejana al impacto de las primeras temporadas de su hermana mayor.

¡Un saludo y sed felices!

¡Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!

Fernando Vílchez
Fernando Vílchez
Comecocos. Intento aprender como si viviera para siempre y vivir como si hoy fuera mi último día...con las cosas que me hacen feliz.
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