Tres años después de su polémico final, volvemos a Poniente y al universo ideado por la mente maestra de George R. R. Martin. En un mundo dominado por Netflix, el fenómeno televisivo (junto a Perdidos) del siglo XXI fue la fantasía épica con dejes de telenovela familiar Juego de Tronos. Ahora es el turno de La Casa del Dragón, precuela centrada en los Targaryen.
En Las cosas que nos hacen felices somos muy aficionados al mundo creado por George R. R. Martin, como se puede comprobar con todos nuestros artículos.
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Tras el inolvidable y magistral tenso parón que supuso el último capítulo dirigido a Viserys, llamado el Pacífico, se retoman los complots en La casa del Dragón. La tensión ha desaparecido en este episodio centrado en el bando de Alicent Hightower.
Grosso modo, El consejo verde se divide en tres partes claramente diferenciadas:
EL CONSEJO VERDE
El rey ha muerto. Y sí, Alicent lo llora…pero también tarda poco en expresar la “última voluntad” de Viserys. Ay, hasta el final el rey no ha dejado de dar una de cal y otra de arena.
Inmediatamente, Otto pone en marcha un plan preestablecido sin el conocimiento de Alicent para colocar a Aegon en el poder, obligando a los señores presentes en Desembarco a jurar por el nuevo rey.
Aunque el rey se había mostrado ciertamente inútil en los últimos años de su mandato, parece que su muerte desata el caos en el Consejo. Ante la mínima acusación a Alicent de uno de sus miembros (es para sospechar, las cosas como son), Criston Cole se lo carga ante la estupefacción del Lord Comandante Westerling (figura, por cierto, bastante difuminada durante toda la serie).
Muerte aparte, Otto pone en marcha su plan solicitando a Westerling que mate a Rhaenyra, pero el lord Comandante solo está para servir al rey, por lo que se arranca la capa y se retira. ¿Posible nuevo aliado para Rhaenyra? Veremos
Lo que deja claro el Consejo Verde, aparte de la capacidad para actuar con el cadáver del rey todavía fresco, es la división entre Otto y una Alicent que se siente cada vez más manipulada por su padre y sin ninguna intención de formar parte de la muerte de Rhaenyra.
LA BÚSQUEDA DE AEGON
Vale. A rey muerto, rey puesto. Pero, ¿Dónde está el figura que aspira a ser el sucesor de Viserys?
Ni rastro. Aegon se ha marchado a hacer de las suyas por Desembarco del Rey. Dos equipos irán a buscarlo. Por parte de Otto, los hermanos Arryk y Erryk. Los que, por cierto, disienten acerca de la idoneidad de Aegon como rey. Por parte de Alicent, Criston Cole y Aemond.
Los primeros acaban encontrando a Aegon gracias a la ex amante de Daemon, Gusano Blanco, la cual pide que se acabe el tráfico de peleas de niños a cambio de Aegon. Además, espeta una de las mejores frases de todo el capítulo, aunque poco aplicable en el mundo feudal de La casa del dragón: No hay más poder que el que el pueblo te permite tener.
Aegon es localizado por los gemelos, pero finalmente acaba capturado por Cole y Aemond, previa pelea entre Cole y uno de los hermanos (no sé cuál).
ANTES DE LA CORONACIÓN, TRES CONVERSACIONES
Antes del momento más recordado de todo el capítulo, vamos con las tres conversaciones más importantes y el acontecimiento fundamental del episodio y de todo el futuro de La casa del Dragón.
Al conseguir a Aegon, Alicent demuestra su poder en el pulso contra su propio padre. La conversación entre ellos denota la separación entre ambos.
Además, Alicent también tiene otra charla con el instigador Larys Strong, el cual, previa escena relacionada con su miembro viril y los pies de la reina, le confiesa que hay una red de espías en el castillo dirigida por Gusano Blanco, a la cual se ofrece a eliminar. Probablemente, el incendio que vemos sea el de la residencia a la líder espía.
Y llegamos a la conversación más importante del capítulo. La que parece cambiar a Alicent y llevar un paso más allá la evolución de uno de los personajes femeninos mejor escritos de la serie. Intentando convencer a Rhaenys de estar a su lado para empatar en dragones y no tener que entrar en guerra con Rhaenyra, acaba abriendo los ojos.
La que pudo reinar le espeta que ella no busca ser libre, sino abrir una pequeña ventana en su cárcel. Que todos sus actos siempre son al servicio de los hombres. De Otto y de Aegon. Incluso Larys, un súbdito, consigue lo que quiere de ella. Y eso a Rhaenys le da pena, porque Alicent tiene el coraje suficiente para gobernar y gobernar bien. De hecho, más del que pueda tener Rhaenyra.
LA CORONACIÓN
Definida la posición de Alicent, decidida a dominar a su perverso hijo Aegon el cual, al menos inicialmente, no desea ser rey, llegamos al imponente momento de la coronación.
Queda claro que a Aegon le acaba excitando la corona, la admiración y el griterío, más de lo que pudiera pensar. Y que Otto está más ancho que alto al haber puesto a un Hightower en el trono.
Lo que pocos esperábamos era que Rhaenys y su dragona reventaran el septo, acabando con unos cuantos centenares de habitantes de Desembarco del Rey.
Teniendo en cuenta que los acontecimientos más brutales de Juego de Tronos solían ocurrir en el penúltimo capítulo, por un momento pensé en que los Hightower se iban al garete. Pero no. Rhaenys decide no hacer nada. No dudo que se hubiera cargado a Otto, a Aegon, Aemond, Criston Cole y cualquier otro. Pero no a Alicent. De madre a madre. O más aún, pienso que esa mirada es de una mujer a la que no dejaron gobernar dignamente a otra.
Veremos a ver lo que cuesta esa mirada. Huele a Guerra Civil.
¡Un saludo y sed felices!
¡Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!