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Reseña Basura: Star Crash, Choque de Galaxias (1978), space opera y exploitation con estética disco

Muchos fueron los títulos que, a finales de los setenta, buscaron sacar provecho del fenómeno generado por Star Wars. Desde Italia, con producción de Roger Corman y dirigida bajo seudónimo por Luigi Cozzi, llegaba Star Crash: Choque de Galaxias (1978), película bizarra y cutre cuyo involuntario humor la hace merecedora de reseña basura.

Algún día debía darme una vuelta por esta sección que en los últimos tiempos es casi territorio exclusivo de mi compañero Juanma y que de algún modo es un pariente pobre o hijo no reconocido del retro-análisis. Siempre digo que a mí me gustan prácticamente todas las películas porque las buenas me gustan por buenas y las malas por malas, lo que constituye una situación casi ideal y perfecta. Pues bien, hoy quiero rescatar del cesto de basura Star Crash: Choque de Galaxias, película clase Z de 1978 que en aquel momento y sin complejo alguno salió a explotar el boom de óperas espaciales que siguió a la llegada de Star Wars.

Debo decir en mi contra que la he visto en el cine, pero en mi descargo que integraba una de esas funciones dobles o triples en que las salas de barrio proyectaban un título principal más uno o dos de relleno que solían tener sus años. Gracias a eso tuve, por ejemplo, el privilegio de ver en cine El Mago de Oz (sí, la de Victor Fleming de 1939), pero también, por ejemplo, Star Crash, a la cual debo haber visto ya hacia 1983 ó 1984. Ojo: no es que me arrepienta y por algo será que me acuerdo bien de esta película y nada de la principal, que vaya a saber cuál era.

Pero bueno, así como Tiburón (1975) había dado un par de años antes lugar a todo tipo de fauna dispuesta a hincarnos el diente, Star Wars generó una invasión de space-opera que hizo que, por ejemplo, la serie televisiva Battlestar Galactica estrenara en cine y como película su episodio piloto o que, a veintitrés años de Planeta Prohibido (aquí retro-análisis), Disney decidiera regresar al espacio con El Abismo Negro (1979).

Incluso franquicias que habían influenciado a Star Wars vieron la posibilidad del salto a la pantalla grande, teniendo así sus primeros largometrajes tanto Star Trek como Flash Gordon (aquí retro-análisis), cuyos cómics y seriales habían claramente inspirado a George Lucas.

Pero entre todo ello hubo desde luego mucho cine basura y Roger Corman no se podía quedar afuera.  Ya desde finales de los sesenta venía produciendo a mansalva filmes de bajo presupuesto que vampirizaban películas o sagas exitosas y, en efecto, asumió la producción de Star Crash, a la que, por si hacía falta relacionar aun más desvergonzadamente con Star Wars, se le dieron en español subtítulos como Choque de Galaxias o Ataque Interestelar e incluso se partió en dos palabras (Star Crash) el título original (Starcrash) para aumentar la similitud.

Se trata de una producción italiana dirigida por Luigi Cozzi, todo un especialista en cine bizarro que, no obstante, aparece camuflado como Lewis Coates. Para ser cine B, hay que decir que el elenco no viene tan mal de nombres, incluyendo como dupla principal a Marjoe Gortner (aquel que a principios de los setenta se hiciera famoso como niño predicador) y a una Caroline Munro con credenciales de sex-symbol y de “chica Bond”, secundados por un Christopher Plummer que debía andar necesitado de dinero, un David Hasselhoff aún desconocido y un Joe Spinell que había conocido mejores días.

A ello se suma la banda sonora a cargo de John Barry, a quien no sé cómo le habrán pagado, pues para ese entonces ya contaba tres premios Oscar en su haber (ganaría dos más a lo largo de su carrera), además de ser el emblemático compositor detrás de las películas de James Bond, de las que ya había musicalizado siete. Misterios del cosmos…

Por otra parte y como era común en este tipo de filmes, los afiches y pósteres promocionales cambiaban de un país a otro para evitar el efecto dominó de las críticas, pero invariablemente recurrían a mucha carne en exposición y remitían a las clásicas portadas de publicaciones pulp o bien a Frank Frazetta.

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La “Historia”

La película comienza con una nave imperial que, acercándose a una nave misteriosa, es atacada por unas bolas luminosas traslúcidas que afectan gravemente a los tripulantes y ya no volvemos a saber de ellos por algún rato.

La acción nos lleva a una pareja de contrabandistas al parecer buscados por toda la galaxia. Uno de ellos es Acton (Marjoe Gortner), quien tiene nombre de medicamento y cara de feliz cumpleaños, pero al parecer es un mutante con habilidades especiales que lo hacen capaz, por ejemplo, de arrojar rayos verdes por los ojos (bueno, en realidad casi todos lo hacen en esta película) o devolver los que le arrojan valiéndose de sus propias manos. Es capaz de decir “¡Cuidado con esa estrella neutrónica!” del mismo modo que si advirtiera sobre un bache en la carretera y sobre el final saca… ¡un sable de luz!

Stella Star (sí, la muchacha interpretada por Caroline Munro se llama “estrella estrella”) es, supuestamente, la mejor piloto de una galaxia que gusta recorrer enfundada en sensual bikini negro y botas estilo bucanero que terminan de conformar un conjunto más apropiado para club sadomasoquista que para vagar por el espacio y con toques de Barbarella, Vampirella o Wanda la Malvada del Show de Benny Hill.

Picture of Caroline Munro

Son ellos los que encuentran la nave atacada e incluso rescatan un sobreviviente, pero aun así el desagradecido Imperio les detiene por contrabando y les condena a trabajos forzados en dos planetas distintos. Lo bueno es que a Stella, aun recluida con criminales de las más variadas especies galácticas, se le permite seguir luciendo botas y bikini.

Logra escapar y es recapturada, pero sorpresivamente el Emperador tiene esta vez planes diferentes tanto para ella como para su compañero de dupla, de quien nada más habíamos sabido, ni tan siquiera si intentó también escapar o qué, pero por alguna razón lo tienen también allí.

Interpretado por Christopher Plummer, el Emperador se presenta en forma de holograma, quizás por vergüenza y para que pueda el actor decir que no estuvo en esto de cuerpo completo (aunque sobre el final y sin más remedio, debe hacer presencia de ese modo). Por suerte, un sheriff robot llamado Elle nos explica que lo que vemos es un holograma, no sea cosa que no estemos familiarizados con el concepto.

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Resulta que ahora sí están desde el Imperio agradecidos con la pareja por rescatar al sobreviviente: no sé por qué ahora sí y antes no, pero supongo que había que mostrar a Stella presa y en cadenas. El Emperador dispone, por tanto, la liberación y, sabiendo de su pericia, encomienda a la pareja encontrar una supuesta arma secreta que, en alguna parte de la galaxia, ha escondido un conde malvado llamado Zarth Arn (Joe Spinell), del cual sospecha que trama un golpe en su contra y que quizás tenga prisionero a su hijo Simon (David Hasselhoff), que estaba en la nave atacada al principio.

Ello les llevará, por supuesto, en una búsqueda interestelar a través de mundos hostiles en donde deberán enfrentar a sensuales amazonas o a cavernícolas caníbales y siendo en su viaje acompañados por el robot Elle y el jefe de policía Thor (Robert Tessier), pelado verdoso que les terminará jugando en contra.

No pidas Peras al Olmo

Partamos de algo: aquí nada tiene sentido y quizás no habría que buscarlo. Y no porque el absurdo o la ironía estén en la intención de la película, sino para no devanarnos los sesos de manera inútil e inconducente…

Esto es “space exploitation” y, como tal, está mayormente dirigido a mostrar las bondades físicas de Caroline Munro, lo que es agradecido por quienes crecimos hormonalmente con personajes como la esclava del ojo tatuado en El Viaje Fantástico de Simbad (1974) o el que, también piloto, interpretara en La Espía que me amó (1977). O tantos otros en películas de “bampiros” (o sea vampiros clase B).

No hay de parte de la producción prurito alguno al elegirle atuendo y son contadas las ocasiones en que se la ve sin su bikini negro, como cuando tienen que visitar un planeta helado no sé por qué. Lo paradójico es que el componente lascivo, sin embargo, no está demasiado explotado: si vas a hacer exploitation, justamente, hazlo bien…

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Desde ya que es un deleite fetichista ver a Munro capturada por indómitas amazonas o bien maniatada y cabeza abajo mientras una horda de trogloditas caníbales la lleva al fuego como pollo ensartado, pero nada equiparable a Raquel Welch en las garras de un pterodáctilo cuyas crías le arrojan picotazos o, saltando adelante en el tiempo, la princesa Leia encadenada a los pies de un soberano alienígena símil sapo.

Y tampoco es que el resto de los personajes le echen demasiado ojo (o mano) encima, lo cual quizás se entienda si se considera que quien está debajo de ese cutre pero ominoso traje de sheriff robot es Judd Hamilton, su esposo por aquel entonces: lo que en el fútbol llaman marca personal…

Munro no tiene idea de actuación pero ojo: aquí todos actúan mal, hasta quienes deberían hacerlo bien. Los malos son una caricatura y Christopher Plummer (años después ganador del Oscar) da sensación de querer irse, como también de contenerse para no reír (o llorar) ante las líneas que tiene que decir. Otro tanto para Joe Spinell, cuyos buenos papeles en El Padrino o Rocky parecen ser ya cosa del pasado y su villano es un chiste de tan sobreactuado.

Los efectos no se quedan atrás: el espacio, lleno de luces multicolores a modo de estrellas, parece el interior de cualquier templo disco de finales de los setenta, asociación aun mayor viendo los rizos de Marjoe Gortner o los vestuarios a lo Village People.

Las maquetas parecen de las que venían para troquelar y armar en revistas infantiles que comprábamos de niños, lo que queda aun más en evidencia con la desacertada insistencia en planos cercanos y detallados. En cuanto a las escenas de lucha, hay que decir que las muertes son gloriosas, las explosiones chisporrotean y la batalla del final se ve algo desenfocada, pero el concepto se entiende…

Hay además claras influencias de Ray Harrihausen, el genio del stop-motion entre los cincuenta y setenta, como cuando una gigantesca amazona-robot (a la cual la reina, por supuesto, activa arrojándole rayos verdes por los ojos) persigue por la playa a Akton y Stella en escena que remite demasiado (por no decir que roba descaradamente) a la del coloso de bronce en Jason y los Argonautas (1963) o a la del cíclope en Simbad y la Princesa (1958): el problema es que no se notan los años transcurridos…

IL Y A 40 ANS… STAR CRASH ! | Les échos d'Altaïr

Una de mis escenas favoritas, de todos modos, llega sobre el final, cuando la nave del conde Zarth Arn es atacada con misiles espaciales que perforan su estructura y de cuyo interior, una vez dentro, emergen soldados armados: la platea aplaude de pie mientras los físicos se quieren cortar un testículo…

En definitiva…

A ver: yo me lo he pasado bien. De hecho, no he parado de reírme aquella vez en el cine ni tampoco al revisionar la película. Es por eso que en en estos casos prefiero no dar una calificación ni poner estrellas: por un lado, porque a esta película le sobran estrellas y de los más variados colores e incluso su protagonista femenina se llama así y por partida doble; en segundo lugar, porque este es el tipo de filme que se califica con cinco estrellas o con una. Y hasta con ninguna (ahora que lo pienso, es exactamente lo que he hecho)…

Star Crash es el tipo de película que nace como subproducto, una rémora parasitaria alimentándose de Star Wars. Y por mucho que el director haya manifestado que el guion estaba ya escrito antes de que se estrenara alguna de las de George Lucas, hay detalles desvergonzadamente evidentes como el ubicar la historia “en una galaxia lejana” o el sable de luz con el cual Akton nos sorprende sobre el final y que parece comprado en un local de cotillón.

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Se sabe que Luigi Cozzi es gran lector de ciencia ficción y ello explica algunos homenajes, como que la nave del principio esté al mando de un mayor apellidado Bradbury o que el último planeta en ser visitado se llame Arrakis. Por el bien de ellos, espero que ni Ray Bradbury ni Frank Herbert se hayan enterado…

Lo mejor, sin duda, es Caroline Munro. No por lo actoral, desde ya, e insisto en que si algo le critico a la película es no haber llevado un poco más allá el concepto de exploitation, pues cuando ya se está en el juego solo queda jugar, pero sin embargo tanto las libidinosas amazonas como los sementales trogloditas la liberaron demasiado rápido. Puesta a fetichista, Raquel Welch puede seguir descansando tranquila, donde sea que en su gloria esté.

De todas formas, amamos a Caroline y la idea era que siguiese interpretando al personaje en una saga de películas que finalmente no ocurrió. No obstante ello, se estrenó en 1981 una supuesta secuela llamada Huida de la Tercera Galaxia (en algunos países Juegos Eróticos en la Tercera Galaxia), cuyas escenas espaciales son en su mayoría recicladas de Star Crash y en la cual, para aumentar deliberadamente la confusión, Sherry Buchanan da vida a una princesa llamada Belle Star. Sin embargo, no hay actores ni personajes en común y la supuesta saga terminó en nada. Una pena porque a pesar de todo, a muchos nos hubiera gustado ver más de Stella Star…

Hasta la próxima y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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