El 7 de julio de 1995 llegaba a los cines estadounidenses Species, película que, conocida también como Especie Mortal para España (donde se estrenaría recién en octubre) o Especies para Latinoamérica, venía a explotar la paranoia de invasión alienígena en clave de ciencia ficción erótica con toques de terror y pinceladas de thriller bajo la dirección de Roger Donaldson y con una debutante y despampanante Natasha Henstridge más elenco de lujo. La revisitamos…
Desde que venimos enviando señales al espacio a la búsqueda de vida extraterrestre, el cine y la literatura han dado lugar a especulaciones acerca de qué pasaría si las mismas fueran alguna vez recibidas y respondidas. En algunos casos para bien, como en Contact (1997), filme de Robert Zemeckis del cual pueden leer aquí el retro-análisis de un servidor; en otros no tanto, como en la algo anterior Species (1995) que, dirigido por Roger Donaldson, juega con la terrorífica posibilidad exactamente inversa y es el que hoy nos ocupa.
Las historias de alienígenas peligrosos y espeluznantes ya venían dando a la pantalla unos cuantos ejemplos de lo que podría verse como la contracara de las versiones amigables de Encuentros en la Tercera Fase (1977), E.T. (1982) o Cocoon (1985). En esa línea contraria se inscribían pues Alien (1979) o Depredador (1987), ambos filmes que dieron lugar a respectivas franquicias.
Pero Species agregó al tópico algo que en Alien y Depredador faltaba: erotismo. Había en ese sentido una cierta veta disponible en la medida que el thriller erótico no encontraba nuevos caminos después de Instinto Básico (1992, aquí retro-análisis) y la ciencia ficción, después de todo, no era ajena al sexo en la literatura, fuera en las publicaciones pulp (aquí artículo) o, de modo menos prosaico, en la excelente novela Los Amantes (1952), de Philip José Farmer, que planteaba la idea de un alienígena que utilizaba el sexo de modo parasitario.
Dennis Feldman, consolidado como guionista tras el éxito en taquilla de El Chico de Oro (1986, también conocida como En Busca del Niño Dorado) venía dándole vueltas a la historia desde 1987, pero el guion original, provisoriamente titulado The Message, tenía un cariz bastante más policial que no convencía a ningún estudio. Decidió entonces, con el visto bueno de Metro Goldwyn Mayer, invertir las cosas y convertirlo en historia de ciencia ficción con elementos de thriller y de terror.
La producción del filme quedó en manos de Frank Mancuso Jr., en tanto que para dirigirlo fueron en busca de Roger Donaldson, quien contaba entre sus antecedentes el remake náutico Motín a Bordo (1984), el muy buen thriller No hay Salida (1987) y la sosa pero exitosa comedia romántica Cocktail (1988). No tan bien le había ido, en cambio, con la propuesta de acción Arenas Blancas (1992) o el desabrido remake La Huida (1994), pero las anteriores producciones le daban todavía suficiente plus de credibilidad y el director australiano, en consonancia, mostró interés de inmediato.
Para el diseño alienígena se recurrió a H.R. Giger, de ganado prestigio como responsable de la icónica criatura la de la saga Alien y admirado por Donaldson tras haber este echado ojo al Necromicón, compendio de imágenes del artista suizo que impactaron al realizador al punto de pedirle que hiciera algo parecido.

Giger aceptó, pero debido a tener en ese momento a su madre con una enfermedad terminal, no quiso viajar a Los Angeles y realizó los diseños desde Suiza en forma de marionetas, enviando por fax bocetos y pinturas con aerógrafo para que supieran los pasos a seguir. Y su aporte no se limitó a lo técnico; también sugirió cambios en el guion para que la historia no se pareciese demasiado a otras, cuestionando por ejemplo el final original (paradójicamente poco original) en que el alienígena era destruido con fuego, recurso a su entender ya agotado que remitía demasiado a Alien 3 o Terminator 2.
El trabajo de efectos visuales fue una combinación bastante pionera de animatrónicos e imágenes generadas por ordenador, las cuales, corriendo por cuenta de Boss Film Studios (compañía fundada en los ochenta por Richard Edlund que cerraría sus puertas dos años después),innovaron en ámbitos como la captura en movimiento, técnica consistente en registrar a personas reales moviéndose para luego aplicarlo digitalmente al diseño de la criatura.
El elenco designado fue de lujo, con un oscarizado Ben Kingsley y unos ya consagrados Michael Madsen y Forest Whitaker que no se habían alzado con la preciada estatuilla (el segundo lo haría en 2007), pero sí tenido respectivos papeles emblemáticos en Reservoir Dogs y Juego de Lágrimas (ambas de 1992). Completaban unos ascendentes Alfred Molina, Michelle Williams y Marg Helgenberger más una debutante Natasha Henstridge que venía del modelaje y que con solo diecinueve años parecía perfilarse como nueva Kim Basinger o Sharon Stone: finalmente no sería para tanto.
La fotografía fue confiada al polaco Andrzej Bartkowiak (El Honor de los Prizzi, Gemelos, Máxima Velocidad) y la música a Christopher Young (La Mosca, Hellraiser, La Mitad Oscura). El rodaje se llevó a cabo en Los Ángeles y cercanías, incluyendo también localizaciones en Arecibo, Puerto Rico, por funcionar allí en ese entonces el hoy prácticamente detenido proyecto SETI, destinado a la búsqueda de señales de radio de origen extraterrestre.
La Historia
La primera escena es muy impactante. En un laboratorio del gobierno, una niña con aspecto de doce años (Michelle Williams) es mantenida en aislamiento mientras un equipo de científicos la mira con rostros serios y compungidos. El líder, Xavier Fitch (Ben Kingsley), deja caer una lágrima mientras la mira y pronuncia un triste “lo siento” antes de que sujetos con trajes especiales y tubos de cianuro se hagan presentes para gasear a la niña en su compartimento.

Viéndose amenazada y presa de la desesperación, esta consigue romper el cristal y huir hacia el desierto, motivando que todas las fuerzas de tierra y aire salgan a buscarla sin éxito, pues consigue treparse a un tren y alejarse.
Debido al cáracter secreto de lo que venían haciendo y para evitar dar explicaciones, Fitch decide reunir un grupo selecto y variopinto a los fines de encontrarla, estando el mismo integrado por el antropólogo Stephen Arden (Alfred Molina), la bióloga Laura Baker (Marg Helgenberger), el “empático” Dan Smithson (Forest Whitaker) y el asesino a sueldo y ex-mercenario Preston Lennox (Michael Madsen), quien se define a sí mismo como “solucionador autónomo de problemas del gobierno”.
Al ponerles al tanto Fitch de la razón por la que les ha convocado, nos enteramos que todo comenzó cuando los científicos del proyecto SETI recibieron desde el espacio exterior una señal inteligente que, una vez descifrada, terminó siendo un instructivo para obtener energía ilimitada a partir del metano. Pero allí no terminó la cosa y los alienígenas enviaron luego un segundo mensaje consistente en una cadena de su propio ADN más instrucciones para fusionarlo con el humano, cuya estructura conocen “gracias” a los mensajes enviados previamente al espacio.
Confiando en sus intenciones amistosas, el equipo de Fitch llevó adelante un experimento genético que dio como resultado un híbrido: una niña que no parecía en principio tener nada de extraordinario, pero que en solo tres meses alcanzó el aspecto de una de doce años, a la par de mostrar un comportamiento cada vez más peligroso y extrañas transformaciones en su cuerpo, especialmente al dormir.
No quiero contar más, pero se viene una trama de persecución contrarreloj en la cual la niña ya no es tal, sino una escultural rubia de metro setenta y cinco (Natasha Henstridge) que, incluso desnuda, anda dando vueltas por los Angeles a la búsqueda de hombres con los que copular y reproducirse, debiendo el equipo encontrarla antes de que, con terribles consecuencias para la humanidad toda, consiga hacerlo.

Erotismo y Ciencia Ficción
Lo primero que hay que entender es que Species es una película B con presupuesto A, lo cual quizás no haya sido tenido en cuenta por los críticos que, sin piedad, la destrozaron al momento del estreno, aunque también es cierto que falta en el filme ese toque final de sentido del absurdo que hubiera dejado más en claro que la cosa no iba del todo en serio. Y si bien Donaldson es un director que se mueve cómodo en el thriller de suspenso, habría que ver cómo hubiera funcionado la misma historia en manos de Robert Rodríguez, por ejemplo.
La premisa inicial está bien planteada y es atractiva. La idea de que enviar mensajes al espacio pueda tener consecuencias no tan buenas si los receptores fueran alienígenas poco amistosos es un buen punto de partida y exactamente contrario al de Contact, película que, con base en una novela del prestigioso científico y divulgador Carl Sagan, sería estrenada al año siguiente. Y que los mismos puedan provocar una invasión enviando simplemente su ADN ayuda a quitarse de encima el problema de explicar complejos métodos para viajar en el espacio y ajustarse a la vez a las limitaciones impuestas por la relatividad.
La relación entre erotismo y ciencia ficción, por otra parte y como ya hemos dicho, no era en absoluto nueva y la película, de hecho, abreva bastante en aquellas novelitas de bolsillo que tan bien nos lo hicieron pasar a muchos en algún momento de nuestras vidas (les invito si lo desean a leer mi artículo al respecto). De hecho, fue posteriormente novelizada por el propio guionista Dennis Feldman en colaboración con Yvonne Navarro y el resultado podría perfectamente haber integrado alguna de aquellas entrañables colecciones de Toray o Bruguera.
Al igual que en las mismas, no faltan sinsentidos ni disparates, como que un único sujeto (Fitch) tenga casi omnipotencia sobre un proyecto tan ambicioso como fusionar ADN humano con extraterrestre, así como sobre la posterior cacería de la niña fugada. Tratándose de un experimento del gobierno, es de pensar que debería haber alguien detrás suyo y, por muy confidencial que quiera mantenerse el asunto, no cuadra que desde las esferas oficiales deleguen todo en manos de una especie de doctor Frankenstein y un grupo de personas que jamás han trabajado antes juntas.
Tampoco parece muy lógico que una especie capaz de enviar complejos mensajes a través del espacio no haya evolucionado más allá de un básico estado depredador y, aun aceptándolo, no se entiende el provecho que sacarían del envío. Es decir, está claro que el objetivo es poblar la Tierra con su especie (o una híbrida) y eliminar a la humanidad, ¿pero qué beneficio obtendrán de ello los emisores a años luz de distancia?
Igual de poco sentido pareciera tener que la niña tenga un crecimiento tan precoz en el inicio de la película y luego se estanque convenientemente hasta el final en un sexy envase veinteañero. Seguramente, desde ya, habría que exhibir las virtudes físicas de Henstridge, aspecto que hoy sería tildado de sexista pero que incluso en aquel momento fue de los que más señaló con dedo acusador la crítica al denostar el filme.
Sin embargo, en ese punto, voy a hacer de abogado del diablo e insistir con lo del espíritu de película B, un cine al que los desnudos gratuitos son inherentes sin pedir disculpas, mientras que aquí, al menos, se justifican en que Sil es una criatura salvaje ajena a todo preconcepto moral y su metamorfosis, previo paso por crisálida, se condice de hecho con la de las mariposas, que alcanzan su plenitud sexual antes de morir. Ya sé que son solo excusas argumentales, pero que las hayan buscado es más de lo que, para bien o para mal, suelen hacer el pulp o el cine B.
Más preocupante es en cambio que, despúes de un trepidante inicio y un suspenso bien llevado durante la primera mitad, la trama se vaya desinflando. No ayudan algunos sustos baratos del tipo “era solo una ardilla” ni los toques de comedia poco convincentes que, merced a chistes tontos, se van haciendo cada vez más frecuentes a medida que la historia avanza. Ni hablar de los coqueteos entre integrantes del grupo (particularmente entre Baker y Lennox), por momentos más cercanos a adolescentes inmersos en líbido y testosterona que a supuestos especialistas con la misión de salvar a la humanidad.
Algunos diálogos, de hecho, son de lo demás insulso y si se salvan del desastre es gracias a un elenco de lujo, con un Kingsley siempre formidable que evidencia conflictos y culpas a través de acertados primeros planos o incluso planos detalle de sus ojos (una constante durante toda la película y no solo en él) y un Whitaker igual de magnífico como el “empático” atormentado por sus psíquicas presunciones.
Molina, Madsen y Heldenberger (más allá de que el personaje de esta última se me haga algo insufrible) aportan también su solvencia habitual para que la química del grupo sea notable y los personajes terminen siendo impensadamente interesantes a pesar de los estereotipos que el guion impone a sus respectivas profesiones: no es poco mérito.

Henstridge no está mal para ser su debut y venir del modelaje. Ya sé que posiblemente sean pocos los que se hayan detenido en ello al estrenarse la película (quizás yo tampoco) pero, sin necesidad de grandes lucimientos, está correcta en la mezcla de ingenuidad y sensualidad que le impone su personaje, uno capaz de generarnos incluso cierta ternura o simpatía al punto de ni siquiera estar seguros sobre si queremos que la eliminen. Más limitaciones muestra cuando tiene que denotar conflictos existenciales del tipo Frankenstein, pero por fortuna son pocos los momentos en que se la somete innecesariamente a ello.
Por su parte, Michelle Williams, que es quien da vida a Sil en su versión infantil, no es una debutante como Henstridge, pero casi, pues Especies es su segunda película después de Lassie (1994). Y por pocos que sean sus minutos en pantalla, le alcanzan para exhibir las condiciones que la convertirán en el futuro en actriz altamente valorada con nada menos que cinco nominaciones a Premios Oscar (tres como actriz principal y dos de reparto). También ella, al igual que Kingsley (pero con treinta y siete años menos), es capaz de sostener uno de esos primerísimos planos de ojos como solo pueden hacerlo los talentosos.
Por lo demás, algunos efectos lucen bastante bien para la época (particularmente cuando involucran diseños de Giger), pero otros parecen más propios de series de los noventa que de películas de esa década. De hecho, toda la escena final en el sistema de alcantarillado y las extrañas cavernas con que el mismo se conecta me hicieron acordar al que probablemente sea el peor episodio de una gran serie como X-Files: el de aquel “hombre-parásito” que vivía en las alcantarillas.
Hay inevitablemente momentos visuales que remiten a los dos filmes que en ese momento eran mayor referencia en fusionar terror con ciencia ficción: Alien y La Cosa (1982, aquí retro-análisis). Pero la factura técnica está por debajo de esos filmes aun a pesar de ser respectivamente los mismos tan anteriores. Lo más cutre: la escena en que el niño recién nacido (y recién crecido) caza una rata con su larga lengua reptiliana. Supongo que la mayor parte del presupuesto se habrá gastado en el elenco…
La música de Young, especialista en terror, acompaña pero no queda en la memoria y si bien tiene un buen tema de inicio que, con una atmósfera de misterio reminiscente de los ochenta, se repite en los créditos finales, es una lástima que el mismo desaparezca durante todo el resto de la película: un buen leitmotiv no hubiera venido mal.
Valoración y Legado
La película tuvo un presupuesto de treinta y cinco millones de dólares que, bastante generoso para la época, acabó generando ingresos por ciento trece millones, los cuales, ajustados a la inflación, serían hoy en día unos doscientos treinta y cuatro. El resonante éxito en taquilla, sin embargo, no corrió a la par de las críticas, mayormente desfavorables.
Llegaría una olvidable secuela en 1998 dirigida por Peter Medak, y luego una tercera y cuarta parte respectivamente estrenadas en 2004 y 2007, pero únicamente para el medio televisivo u hogareño y, ya para la cuarta, sin ningún actor del elenco original de la primera. Así y todo, sin ser gran cosa, tanto Species III como Species IV: El Despertar son algo mejores que Species II. Lo curioso es que ninguna retome el cliffhanger final de la que nos ocupa, con la rata que devora uno de los tentáculos del alienígena y lanza luego su larga lengua contra una de sus congéneres.
Species es una película entretenida y con una buena premisa que se va diluyendo hacia la segunda mitad entre momentos excesivamente reminiscentes de anteriores filmes del género más otros que, logrando solo cortar clima, navegan entre intrascendencia, chistes malos y tramas secundarias que a nadie interesan…
Y si sus momentos de terror no funcionan de la misma forma que en Alien, La Cosa o Depredador, ello se debe en buena medida a que falta, en el contexto urbano de la película, el aislamiento que, sea a través del espacio exterior, de la Antártida o de la jungla centroamericana, contribuye a generar tal sensación en esos otros filmes. En algún punto, comparte ese problema con Depredador 2 (aquí retro-análisis), aun siendo esta última una muy digna secuela.
Amén de todo ello, Species no deja de ser un pionero desembarco del exploitation y el pulp en la ciencia ficción de la gran industria de Hollywood y, si uno no se pone demasiado exigente (como quizás lo hayan hecho los críticos al momento de estrenarse), no deja de ser una película que se deja ver y tiene además el plus de un elenco de primer nivel. Y a propósito de eso último, vaya también este retro-análisis como homenaje al bueno de Michael Madsen, a quien tristemente hemos perdido hace muy poco (aquí artículo).
Hasta la próxima y sean felices…



