Cuando DC Cómics le ofreció a Tom King escribir un spin off de Watchmen, el escritor estrella de la compañía, conocido por aportar un enfoque diferente al manido género superheróico, se negó en redondo. Sin embargo, cuando vio la miniserie homónima de HBO, creada por Damon Lindelof (Perdidos), cambió de opinión y pidió hacer una historia que funcionara como secuela de la inmortal obra de Alan Moore y, encima, centrada en su personaje más conocido: Rorscharch.
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Dado que mi compañero Carlos ya escribió una crítica brillante de esta obra, me centraré en ir un paso más allá y analizar las virtudes de uno de los mejores cómics de Tom King.
¿De qué va Rorscharch? Años después de lo ocurrido en la conocida novela gráfica, el presidente Robert Redford se encuentra en plena campaña frente a su rival Turley, candidato de extrema derecha. Durante un mitín de dicho político, una mujer enmascarada disfrazada de vaquera y un hombre vestido de Rorscharch son acribillados por el equipo de seguridad del evento. Un detective es contratado para averiguar las motivaciones de los dos criminales, si han actuado bajo las órdenes del presidente de los Estados Unidos y, sobre todo, si Rorscharch jamás llegó a desaparecer.
En 1921, el psiquiatra y psicoanalista Hermann Rorscharch publicó su test proyectivo homónimo. Básicamente, una serie de diez láminas que permitían, en el marco de un análisis psicoanalítico, evaluar la personalidad en función de su interpretación de las imágenes, ya que lo que uno ve deja entrever el inconsciente de la persona, aquello oculto que la mente no permite que se haga presente para proteger al individuo del dolor.
Es decir, en el test de Rorscharch, ya sea un murciélago, un demonio o Batman, uno ve lo que quiere ver. Y algo así es lo que hace Tom King con nosotros en este gigantesco test proyectivo que es Rorscharch.
El guionista teje un thriller setentero a la manera de las grandes obras cinematográficas de la época. Muchos personajes y una investigación pausada, realista y farragosa que, poco a poco, nos va atrapando hasta que ya no podemos dejar de leer hasta el final y que funciona a través de dos vertientes.
Por un lado, lo más obvio. Su vertiente deudora de la obra de Alan Moore y Dave Gibbons. Rorscharch es secuela de Watchmen e, incluso, tiene relación directa con sucesos que ocurren en la serie de HBO. Eso hace que sea casi imprescindible haber leído o, al menos, conocer qué ocurre al final de Watchmen porque, si no, cuesta entender el estado de paranoia en el que vive el mundo conocido. Baste decir que, al inicio de la trama, la sociedad americana vive con el recuerdo de una especie de 11-S y anhela el regreso de los héroes que desaparecieron misteriosamente.
En este contexto, como (según King) en la América de Trump, es fácil que las personas se dejen llevar por teorías conspiranoicas. El detective, que va averiguando lo que ocurre junto con el lector, se deja llevar por una posible nueva invasión y por el regreso de los héroes. No solo por las pistas que su guionista va dejando sino porque, al fin y al cabo, esto es una secuela de Watchmen, ¿No?
Por otro lado, la realidad. Haciendo uso del original término Rorscharch, King parece hacer referencia al psicoanalista austriaco que al antihéroe de Moore para hacernos ver lo que queremos ver. Porque aquí ni hay vigilantes ni calamares. Solo un uso maquiavélico de la paranoia para intentar subvertir una democracia y llegar al poder, que es lo que todo psicópata desea al final.
Al maravilloso hacer de King en el guión se le añade su increíble compenetración con el español Jorge Fornés, el dibujante perfecto para este tomo de ambiente setentero que nos hace desear más colaboraciones futuras. No todo va a ser Mitch Gerards.
En definitiva, Rorscharch es una obra maestra del cómic en forma de thriller político que se disfraza conscientemente de secuela de una de las obras más importantes de la historia para distraernos y hacernos ver lo que queremos ver y cegarnos ante una realidad mucho más estimulante y oscura.
Enlace al integral de Rorscharch en ECC cómics
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